Julián Redondo

El color del dinero

Denilson tenía 20 años cuando «Donmanué» pagó por él al Sao Paulo 5.300 millones de pesetas (30,5 millones de euros) en 1997. Lo contrató para diez temporadas béticas, le puso una cláusula de rescisión de 65.000 millones y fue el fichaje más caro de la historia del fútbol. La cifra empequeñeció con el tiempo y hoy hasta el Atlético es capaz de gastar 30 millones en un futbolista. El fútbol vive una realidad paralela y el dinero que manejan unos pocos tiende a ruborizar, pero se metaboliza como si se tratara de azúcar. De tal forma que las inversiones estratosféricas cada temporada son más frecuentes y más variopintos los inversores. A ellos, a esos nuevos ricos que no han hecho más que imitar a Lopera e intentar copiar el modelo de Florentino Pérez, aludió éste al explicar las virguerías que tiene que hacer para que el Real Madrid sea desde hace diez años el club con más ingresos del mundo. Ha estabilizado el objetivo después de saltar la banca con Figo, con Zidane, con Cristiano, Bale y James. Futbolistas carísimos que la mercadotecnia ayuda a financiar en la aldea global. Dicen.

En la senda del crack, Munir, chaval que apunta maneras y por el que acaso un día, tal vez, surjan ofertas mareantes. No mereció el crédito de los ojeadores del Atlético y del Madrid, lo captó el Barça para La Masía y Luis Enrique le ha puesto en órbita. Debutó el jueves con Celades en la Sub-21 y aún dudaba de si jugar con Marruecos o con España. Parece que ya ha decidido. Ha habido jugada: se ha lesionado Diego Costa y le ha citado Del Bosque. El ninguneo a delanteros como Aduriz, Llorente o Torres podría no servir de nada si el lunes no juega ni un segundo contra Macedonia.