Julián Redondo
El corralito
Cinco Copas Davis ha ganado España en el siglo XXI (2000, 2004, 2008, 2009 y 2011) y juega en segunda división, no por casualidad. Ni fue una carambola el colosal «pentagrama», que aún hoy suena a música celestial, ni tampoco lo es el grado de descomposición que ha alcanzado el tenis patrio; aunque hay remedio, seguro. Lo peor es que vienen mal dadas y que la mezcla de churras con merinas, de canchas y despachos, ha provocado un desastre sonrojante. Rafa Nadal es la primera raqueta española, décimo en el ranking ATP. Antaño, lideró la clasificación y David Ferrer alcanzó la tercera plaza. Era preciso utilizar los dedos de ambas manos para contar los tenistas españoles en el «top 100». Mejor, imposible. En torno a la estrella de Nadal giraban numerosos satélites y no había un torneo sin uno o varios jugadores españoles en las fases más avanzadas. A la Real Federación Española de Tenis acudían los patrocinadores como a la de fútbol, deseosos de compartir los éxitos y encantados de formar parte del momento histórico. Con José Luis Escañuela en la presidencia, entraron en las vitrinas federativas dos Ensaladeras más (2009 y 2011). La luna de miel, interminable... Hasta la ruptura.
Los primeros traspiés, es decir, los resultados adversos, no adquirieron una importancia relevante; pero dejaron poso. Las lesiones y las renuncias lastraron al equipo de la Davis hasta estrellarse en Brasil. El golpe fue tan brutal que los patrocinadores empezaron a darse de baja. Las pequeñas diferencias que con los éxitos pasaban inadvertidas a raíz del desastre se convirtieron en obstáculos insalvables y afrentas insufribles. Si alguna vez hubo buen rollito entre los jugadores y la Federación, de repente no quedó ni rastro de los viejos tiempos y con el nombramiento de Gala León los puentes de aproximación volaron por los aires. La confrontación entre Escañuela y Cardenal es tan insana como la que ha roto los lazos entre Escañuela y los tenistas, las tenistas, los ex capitanes, los entrenadores, varios presidentes de territoriales y hasta vicepresidentes que lo fueron de esta junta hasta antes de ayer. La guerra es total y en este bélico escenario, entre corrala y corralito, el ambiente es irrespirable. La miseria sale a la superficie. Gala León ha presentado la dimisión y se la han rechazado. Absurdo e incomprensible. ¿Cómo se puede mandar a quienes ni siquiera te dirigen la palabra? Gala no se ha bajado del barco, la tripulación se ha amotinado y la ha lanzado por la borda. Con Escañuela persiguen idénticos fines y se lo han dicho por escrito. Si no hay nada que esconder, lo mejor es plegar y que pase el siguiente.
Nadal sigue siendo el líder del tenis español, le queda cuerda para rato –sólo tiene que «resetearse»–, y el líder ha hablado. No quiere ni a León ni a Escañuela. El resto, una multitud, le ha seguido. Es hora del punto y final.
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