Carlos Rodríguez Braun
El despegue de China
China es un país profundamente controlado por las autoridades, y al mismo tiempo ha registrado un notable crecimiento en los últimos treinta años. ¿Se trata de una demostración de los fallos del mercado y las virtudes del intervencionismo? Pues no. La impresionante reducción de la pobreza en ese país fue debido a los empresarios privados que, para colmo de paradojas, eran empresarios rurales y no urbanos. Así lo demuestra Yasheng Huang, profesor de la Sloan School of Management del M.I.T («How Did China Take Off?», Journal of Economic Perspectives, Col. 26, Nº 4, otoño 2012). El mayor progreso tuvo lugar entre 1978 y 1988, cuando se permitió la propiedad privada, se devolvieron propiedades confiscadas y se liberó a empresarios encarcelados –según algunas estimaciones–, el 10 por ciento de los empresarios chinos son antiguos presos políticos. Ese fue el paso entre la siniestra Revolución Cultural y la gestión de Deng Xiaoping: no fue el salto a la libertad, pero sí se redujo la crueldad de la represión comunista, y eso bastó para que millones de empresarios se pusieran a invertir. Ironiza el profesor Huang:
«¡Nunca debemos subestimar el efecto incentivador de no ser ejecutado!». La importancia de las políticas relativamente liberalizadoras fue ignorada por los analistas, porque la mayoría de los estudios sobre el país se realizaron a partir de los años noventa, cuando las autoridades revirtieron esa liberalización, por motivos políticos.
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