Pedro Narváez

El día de los cuernos

No sabemos a quién felicitará hoy Hollande o si Obama mandará flores a Beyoncé, los romances de altos vuelos, sean ciertos o no, celebran San Valentín cuando les pilla allí donde estén sus cuerpos, al cabo son dioses del Olimpo que han domesticado a Cupido como a sus guardaespaldas. He ahí a Kennedy, que sudaba con Marilyn entre sesiones del Congreso sin ponerse el casco de hormiga atómica del presidente francés, que de lo único que se protegió fue de los gendarmes para que no le pusieran una multa. Todo cabe en el negocio del amor. Las agencias de contactos han establecido que el día 13, ayer, fuera el día de los amantes, y hoy, el de los enamorados, una jornada dura para las secretarias que han de comprar para las mujeres de sus jefes algún detalle que evite que esta noche duerman en el sofá, como si protagonizaran un capítulo de «Mad Men», esa serie en la que las secretarias florero esconden secretos sexuales que harían tambalearse el mundo. O sea, los cuernos ya tienen su fecha en el calendario encomendándose al santoral laico del dinero. En vez de un ramo ya se venden dos. Nos enfrentamos a la cursilería mayúscula del día de San Valentín, empalagoso como una tarta de chuches. Me quiere, no me quiere. El eterno femenino cuelga de los escaparates braguitas rosas y braguetas de David Beckham, al que ya solo le falta ponerse un tatuaje en la única parte de su anatomía que ve su mujer, Victoria, y, al menos que se sepa, la niñera que cuidaba de sus cachorros, que verificó que la talla del jugador no necesitaba relleno para los anuncios. Esta súbita y desvergonzada exaltación de la infidelidad es otro síntoma de la muerte del secreto en un mundo en el que ya todo se sabe o se acaba sabiendo, como el triángulo mortal en el que se balanceaba el inmenso actor Seymour Hoffman. El jardín prohibido ya es un parque público en el que se columpian los deseos a la vista de todos. De casados a cazados. De casadas a cazadas. Hoy Tristán e Isolda tendrían su perfil en Facebook.