Toni Bolaño

El día después

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La primera piedra en el zapato de Artur Mas no es cómo iniciar el camino independentista. Es cómo negociar los presupuestos del 2013. En la campaña este tema ha pasado sin pena ni gloria. Mas lo ha obviado y la oposición ha sido incapaz de sacarlo a la palestra. El 26-N, CiU agitará la cumbre de partidos sobre el referéndum en enero. Entre bambalinas las cosas serán diferentes. Se tenderán puentes con Moncloa, esperando movimientos, porque entre soflama y soflama, Artur Mas tendrá que negociar los presupuestos y la financiación de Cataluña. A pesar de las cortinas de humo, los presupuestos marcarán la agenda. Encontrar aliados no es un tema baladí. Ni fácil. Por si acaso, Mas se ha cuidado muy mucho de no repudiar al PP. Sólo promete, con la boca pequeña, no pactar con los populares. La realidad se impone ante la ausencia de aliados. Los socialistas no tienen ninguna intención de darle árnica. Los de IC y Ciutadans, mucho menos. Si las CUP tienen representación, tampoco. Sólo ERC y, si consiguen poner la pica en Flandes, los de derechistas de Solidaritat pueden ser compañeros de viaje. Pero, con condiciones para acelerar la independencia. Oriol Junqueras, el candidato republicano, quiere ser el nudo gordiano de la política catalana ante una CiU sin mayoría absoluta. Los presupuestos no están en su escenario y mucho menos si CiU no cambia de políticas, so pena que CiU se pliegue a sus exigencias soberanistas. ERC no quiere desgastarse con unos grandes números que auguran hachazos en sanidad y expedientes en empresas públicas. El precio para CiU puede ser muy alto. Sólo los carlistas de Solidaritat se pueden perfilar como el apoyo necesario si al final consiguen poner una pica en Flandes y entran en el Parlament con 4 diputados. Con ellos podría aprobar las cuentas. El precio sería más barato. Mas saldría del apuro y no estaría sojuzgado a ERC. Además, habría culpable para los recortes. Ya saben «España nos roba». Estas plausibles alianzas pueden ser la baza de Mas para presionar a Rajoy. Lo repudia pero lo necesita. Más todavía si el PP es la segunda fuerza. ¿Presupuestos a cambio de un pacto fiscal y difuminar soberanismos? Es una posibilidad. La suerte todavía no está echada. Artur Mas no quiere pasar por ese «trágala» pero el 26-N abre nuevos escenarios.