Julián Redondo

El estilo, innegociable

El estilo, innegociable
El estilo, innegociablelarazon

Las derrotas exigen cambios y una eliminación en el Mundial tan dolorosa como la española los reclama en caliente. Exagerado, pero es así. ¡Venganza! Con la herida abierta y la sangre manando a borbotones después de una cornada de doble trayectoria en la femoral, detalles que el éxito diluye hoy son brechas imposibles de ocultar. Las opiniones encontradas que trascienden del vestuario forman parte de la batalla, de los argumentos para explicar por qué se perdió la guerra. Chirría hasta la elección del cuartel general en Curitiba, fantasmagórica aparición de La Martona... Y los australianos, ojo avizor, no descartan pescar el lunes en río revuelto para rendir cuentas en su país con el balsámico honor de haber derrotado también al campeón. Es una posibilidad en medio de un ambiente enrarecido, con nombres de culpables sobre la mesa, bandejas de plata dispuestas para exhibir cabezas y una corriente de opinión que recuerda que en España los errores –ajenos, naturalmente– se pagan, sin matices. El olor de la sangre agita a las hienas y como el seleccionador se descuide, la turba le reclamará el marquesado. Del Bosque ha puesto su cargo a disposición de la Federación al final del calvario. Ha presentado la dimisión y no se la han aceptado. Por el estilo del equipo, que debe ser innegociable, Vicente resulta idóneo para la transición; pero está señalado. Convertirle en director deportivo sería una solución. Luego, buscar el relevo entre técnicos que, como Míchel, Pepe Mel o Paco Jémez –seguro que con ese perfil hay más–, apuestan por ese tipo de fútbol que ha hecho inmortal a la Selección. La renovación no consiste en borrar cualquier huella del pasado sino en rendir tributo a los Xavis, arreglar los desconchones y restaurar la obra de Luis que Del Bosque engrandeció y sólo el tiempo ha desgastado.