Enrique López

El falso demócrata

La Razón
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Se suele decir con tanto simplismo como acierto que demócrata es el partidario y defensor de la democracia, entendiendo ésta como el sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes. En los últimos tiempos están surgiendo una serie de sujetos que creyéndose investidos de un poder desconocido para los demás, y por supuesto, lejos de cualquier origen legitimador, se instituyen en auténticos demócratas porque son los que escrutan y dicen lo que realmente siente el pueblo, o lo que ellos creen el pueblo, y sobre esta base, se sienten con una especial razón para exigir y provocar cambios al margen de los procedimientos instituidos. En nuestro país algunos lo aderezan con el pretendido derecho a decidir, abandonando el concepto de autodeterminación, para no confundirlo con su más que legítimo ejercicio por parte de las Colonias. Cuando este tipo de personajes se topa de bruces con las consecuencias de sus actos ejecutados al margen de la ley, esgrimen, no como excusa absolutoria, sino como una auténtica causa de justificación, que son demócratas. Por ello, un legal cuestionamiento de sus acciones es un ataque a la democracia. Demócrata no sólo es el que cree en la democracia, sino y además el que respeta las reglas del juego establecidas en las normas primarias del sistema, así como sus principios y valores. El demócrata tiene conciencia clara de que todos somos personas y todos tenemos derecho a tener nuestros propios puntos de vista y exponerlos y en definitiva, que todos debemos respetar los puntos de vista de los demás, coincidan o no con los nuestros. Ahora bien, el principio democrático se basa en tres ejes claros, primacía de la regla de la mayoría, respeto a las minorías y estricto cumplimento de la legalidad, porque sin este último parámetro, se puede producir un enorme caos, de tal suerte que podemos confundir conceptos básicos como pueblo soberano, mayorías, minorías, etc. En otro orden de ideas, según Chomsky, los estados fallidos son aquellos que carecen de capacidad o voluntad «para proteger a sus ciudadanos de la violencia y quizás incluso la destrucción» y se consideran más allá del alcance del derecho nacional o internacional», en definitiva, padecen un grave «déficit democrático» que priva a sus instituciones de auténtica sustancia. Las carencias democráticas son como las enfermedades, comparar una gripe o incluso una pulmonía con un cáncer es algo además de erróneo profundamente injusto y, en consecuencia, calificar a Estados Unidos como un estado fallido, o decir que en España se padece un déficit democrático, no es más que un alarde una extremada frivolidad y un insulto a las gentes de multitud de países donde todavía están luchando por alcanzar mínimas cuotas de democracia, y en algunos casos por erradicar el hambre. Por ello, oír expresiones respecto a nuestro país en este sentido debe sonrojar; decir que en España la democracia o la división de poderes, incluida la independencia judicial, están en peligro, es un chiste malo. Decía Chesterton que no puedes hacer una revolución para tener la democracia, pero debes tener la democracia para hacer una revolución.