Carlos Rodríguez Braun
El fondo del estanque
Aseguró ayer el presidente del Gobierno español que no llegar a un consenso sobre el presupuesto comunitario «no sería un drama», mientras que la canciller germana apuntó: «Aquí nos conocemos todos». Angie y Barbie tienen razón. Por un lado, no es un drama porque en otras oportunidades no ha habido acuerdo a la primera, se pospusieron los debates y no pasó nada; nadie presta mucha atención a lo que hacen los políticos y los burócratas en Europa, salvo ellos mismos, los medios y los grupos de presión que aspiran a medrar con el dinero público que allí se cuece. Por otro lado, el descaro de los políticos es, en efecto, algo por todos conocido. Así, por ejemplo, cuando el presidente de Francia reclama, dramáticamente, «un presupuesto solidario», los demás saben que su anhelo real es usurpar aún más dinero ajeno, que es lo que hacen todos ellos, siempre que pueden, allí y fuera de allí. Lo que sucede es que entre el galimatías nominativo y el pasteleo burocrático, los tirones al zurrón resultan más obvios, descarados y bochornosos cuando el zurrón se achica. En la época de las vacas gordas, el despilfarro y las incursiones punitivas contra los bolsillos de los ciudadanos resultaban mitigados por el ambiente festivo. Cuando la juerga se acaba, las cosas cambian, y en Europa el fin de fiesta viene marcado por dos circunstancias difíciles de corregir: los impuestos ya son muy elevados y todos han jurado proteger el euro. En esas condiciones no es tan sencillo como antes que los jefes de Estado y de gobierno vuelvan alegremente a casa después del paripé bruselense habiendo subido el gasto. Lo intentarán otra vez a comienzos del año próximo. Igual nos pillan más felices y prósperos, en el mejor de los casos, o más pobres y distraídos, en el peor.
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