Grupos
El fondo del estanque
Traté con Marifé de Triana en algunas ocasiones y descubrí que era una maravilla de persona. Culta, educada, cariñosa, y daba consejos muy acertados. Además fue una persona muy humilde, algo que entre las grandes damas de la copla no es habitual. Abundaba el pique y el egocentrismo, pero ella destacaba por su humildad. Recuerdo que me daba consejos en una esquina cualquiera. Una vez me escuchó cantar. Aquel día estaba dramatizando de más, yo misma me di cuenta de que algo no funcionaba. Se me acercó y me dijo sólo que sonriera un poco al cantar. Daba esos consejos simples y perfectos para que la canción creciese. Pero su huella fue más profunda. En lo personal, me dijo que lo más bonito que hay en la vida es ser buena persona y compartir. Desde aquel día, asumí esa filosofía y me afianzaba en ella ver a alguien a quien yo admiraba que la aplicaba todos los días.
Como Marifé, no habrá otra en la copla. Para mi generación ha sido un referente por su fuerza en la interpretación. Era impresionante verla cantar «La loba», que es la historia de una mujer que acaba dándose a la bebida porque el hombre que le hace su hijo no se responsabiliza. Ella salía al escenario a cantar como si realmente estuviera bebida. Era verdaderamente impresionante verla. Siempre ha sido la gran intérprete, la «cantactriz», y su manera de vivir cada palabra de cada tema era excepcional. Recuerdo verla en «Lo que yo te cante», un programa de Canal Sur, que en los ensayos lo daba todo, se emocionaba de una manera sobrecogedora. Tenía una calidad humana enorme con las niñas que empezábamos y que queríamos ser como ella, porque ella empezó muy pequeña. Puede que, por eso, siempre me presentara a los concursos con alguna de sus canciones.
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