Alfonso Merlos
El fondo del estanque
La democracia entendida al revés. Hete aquí que el redescubierto Mesías del separatismo catalán se afana en usar los altavoces mitineros para denunciar el fantasmagórico expolio del resto de los españoles; pero es que al tiempo manda a sus subordinados a poner discretos mails anunciando recortes impíos para la Sanidad pública que terminarán por achatarrarla; y no satisfecho con esta cobarde huida hacia delante, resulta que lanza a sus correligionarios y soldados al ataque del Cuerpo Nacional de Policía, o sea, de las fuerzas del enemigo. ¿Dónde va a terminar tanto delirio, tanto patriotismo de cartón-piedra, tanta burla y menosprecio, tanta estafa al electorado?
Es terrorífico certificar cómo para las divisiones de choque soberanistas lo intolerable no es la denuncia taxativa acerca de la comisión de gravísimos delitos por parte de altísimas personalidades, o de la creación y sostenimiento de un vasto marco para el imperio de la corrupción política del club del 3%. El veneno para los denunciados radica en el DNI de los denunciantes («¡nacionalidad española, oh, maldición!»), y desde luego en el momento de su difusión masiva («¡ahora que los prebostes de la independencia parecíamos tener el viento a favor, qué mala suerte!»).
La cuestión que aquí se ventila es crucial. El poder nacionalista en los últimos años y décadas ha dejado, por razones de diversa índole, multitud de cadáveres. Hay que buscarlos e identificarlos. Hay que procesar y juzgar a quienes los han esparcido por doquier. Y desde luego, como en la célebre película de Hitchckok, si hay sospechas sobre lo que ocultan las sucias y putrefactas aguas de algún estanque, irremediablemente habrá que drenarlo. Cuanto antes y en presencia de la policías y jueces. Se localice el estanque en Santa Coloma de Gramanet, en Granollers... o en Ginebra.
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