Restringido

El honorable que nunca existió

Jordi Pujol no ha dejado de ser molt honorable este verano cuando confesó su reiterado delito fiscal. No lo fue desde el minuto uno, hace la friolera de treinta y cuatro años durante los cuales no encontró el momento de regularizar su situación con la Hacienda Pública. Y no lo encontró porque en ningún momento tuvo la intención de declarar el dinero que su padre le colocó en Andorra por si tenía que salir corriendo con Marta y los niños a causa de sus ideas políticas que siempre fueros las mismas aunque también en esto nos engañó a todos con su magnífico marketing de hombre de estado al que tanto le ayudaron socialistas y populares en otros tiempos no muy lejanos. La excusa de los ahorritos en Andorra ya no servía ni siquiera en los convulsos primeros años de la Transición, incluido el golpe de estado de febrero del 81 cuando, según parece aunque ahora ya cualquiera sabe si fue así, el Rey le dijo aquello de «tranquil, Jordi tranquil». Lo que Don Juan Carlos no sabía es que el nunca honorable estaba tan pancho sabiendo que tenía la vida resuelta a un tiro de piedra del Palau de la Generalitat. Al margen de que haya una comisión de investigación en el Parlament donde la mayoría que suman convergentes y Esquerra evitaran que salga a la luz verdad alguna, y en el caso de que salga la taparán con la estelada, quien tiene que ponerse las pilas es la Fiscalía. El espectáculo del viernes por la tarde fue, sencillamente, bochornoso. Bochornoso por la actitud de Esquerra y de su líder que ni siquiera tuvo la vergüenza torera de asistir. Pero qué tontería más grande estoy diciendo, el señor Junqueras no tiene vergüenza al anunciar que se pasará la Ley por el arco del triunfo y de torería no es precisamente de lo que más entiende.