Restringido
El humo ciega tus ojos
No era el humo el que la noche del jueves me hizo llorar. Al menos, no era el humo de mi propio cigarrillo. Era el humo del Savoy, que cerraba sus puertas al desaparecer el único cliente real, de carne y hueso y, sobre todo, sangre. Sangre caliente que bombeaba un corazón enorme hacia un cerebro genial. El cerebro de José Luis Alvite, el último mohicano del columnismo ejercido desde el talento y no desde la mediocridad que viene marcada por la urgencia de ser el más ocurrente analizando tanta estupidez y mezquindad como nos rodea en un mundo que a José Luis no le gustaba y por eso se inventó el suyo propio, desde el que observaba, con más desdén que perplejidad, lo que sucedía puertas afuera del Savoy. Adiós, querido amigo, espero que hayas encontrado el Savoy definitivo en el que pasar toda la eternidad con un buen vaso de whisky mientras el humo ciega tus ojos.
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