Cataluña

El incendio perfecto

Ángel Tafala

La situación en Ucrania es preocupante. Es mas, yo diría muy preocupante pues las consecuencias de cómo acabe este drama se sentirán más allá de este atormentado y dividido país.

La intervención militar rusa directa ha sido clara por más que el presidente Putin se afane con celo en negarla, como por cierto hizo inicialmente en Crimea. Si al presidente Obama le dieron el premio Nobel de la Paz por no hacer nada –hasta ahora– Putin se merecería sin duda el del cinismo por negarlo todo sin el más mínimo reparo.

Supongo al lector enterado de las dos contraofensivas «rebeldes» en Donetsk y Luhansk –enlazadas recientemente– y del último avance por la costa del mar de Azov desde la frontera rusa hacia Mariúpol y posiblemente después hasta Crimea. No está en mi ánimo hacer aquí un análisis táctico de estas ofensivas apoyadas por artillería y carros de combate rusos a la vez que se le niega a la aviación ucraniana la posibilidad de actuar en los tres teatros.

Voy simplemente a razonar sobre las consecuencias de este incendio a nivel estratégico suponiendo que la tregua alcanzada no dure más que la anterior. El presidente Putin está poniendo más esfuerzo que los occidentales pues Ucrania significa más para Rusia –y para él personalmente– que para nosotros, al menos a corto plazo. Veremos lo que duran las conversaciones de paz; puede que no acaben satisfactoriamente ni para los ucranianos ni para los occidentales pues estamos ante un desafío de Putin de mucho más alcance. No va a parar ahí. Habría que diseñar una respuesta global pues aunque se pierda alguna batalla, lo que importa es el final. No va a ser corto ni fácil todo esto. Los europeos tenemos que despertar de este sueño beatífico y voluntarista pues el ser humano no es como hemos imaginado.

Hay otro incendio –no muy lejos del ucraniano– al sur de Turquía: el que ha prendido el incipiente califato del IS en tierras sirias e iraquíes y que coincide en el tiempo con el ucraniano. Ambos fuegos tienen pirómanos y motivaciones aparentemente distintas pero con puntos en común: que no respetan fronteras y tratan de alterarlas por la fuerza complementando la actuación de los ejércitos clásicos con técnicas híbridas de desinformación/ terrorismo novedosas.

El cortafuegos geográfico entre ambos incendios es de momento Turquía, pero el funcional somos nosotros los occidentales, los que creemos en el orden mundial establecido, en la democracia como el mejor de los sistemas políticos posibles, en la libertad de religión, en el individuo y el respeto a la vida humana como valores supremos. Todo ello estará en peligro si los dos incendios se juntan geográficamente. Incluso podría agravarse aun más si surgieran otros imitadores en tierras y mares lejanos.

Evidentemente la acción exterior española ha tratado de fijar la atención colectiva OTAN en el Sahel y norte de África hasta el momento con un éxito limitado. Veremos lo que se ha acordado de verdad en la cumbre de Gales pero no soy muy optimista. Desde luego es evidente el peligro de contagio islamista radical del IS a esta área geográfica que por ahora «sólo» ha sufrido ataques terroristas clásicos. Sin embargo parecería más solidario con los aliados del Este de Europa, y por lo tanto mas fácil de acordar insistir en el riesgo del incendio perfecto –el que se unan estas dos crisis e incluso eventualmente otra que pueda surgir con China– para tratar de diseñar y acordar una estrategia comprensiva que haga un uso eficaz de los recursos militares, políticos y morales disponibles en Occidente para afrontarlo. No más cada uno a lo suyo.

Reconozco que el momento político en España es malo con lo que está pasando en Cataluña y la crisis del bipartidismo. Sin embargo la opinión pública nacional más sana debería hacer un esfuerzo por comprender todo lo que está en juego fuera de nuestras fronteras y potenciar nuestros deteriorados instrumentos de actuación exterior. De cómo se resuelvan estos incendios exteriores dependerá el peso de la UE en el mundo, el de nuestra nación en la UE y el futuro de la OTAN.

En lo de contener a Rusia (URSS por aquellos años) y combatir el terrorismo islámico la OTAN tiene experiencia histórica. Lo de frenar a la URSS acabó en éxito; lo del terrorismo islamista no tanto como puede comprobarse día a día en Afganistán. Pero las lecciones aprendidas están ahí y son recientes; por eso pienso que sería más rentable afrontar en el seno de la OTAN la situación global con los recursos disponibles. Si salimos en coaliciones diferentes, bajo distinto liderazgo y con diversas intensidades –como parece inicialmente deducirse de lo acordado en Gales– será más difícil apagar los fuegos encendidos. Si las naciones clave OTAN no la utilizan y actúan al margen ¿para qué la queremos?

Si el incendio se hace único y por lo tanto de grandes dimensiones ¿no deberían juntarse tambien los bomberos? Si nos queman la casa común, todos vamos a sufrir.