Ely del Valle

El jarrón quebrado

La Razón
La RazónLa Razón

Aunque la operación policial y judicial del pasado martes parece que ha dejado a cuadros la logística del referéndum, y la estrategia del Gobierno va dando sus frutos, lo que es una evidencia es que el independentismo no está por la labor de apearse del burro.

Son décadas de agitar, malmeter e inculcar doctrina, y lo que empezó siendo una semilla que en su momento hubiera sido fácil de erradicar, es en este momento un árbol con un tronco de dos metros imposible de arrancar de cuajo sin dejar un socavón. Se pueden poner, como ya se está haciendo, palos en las ruedas de la parafernalia electoral del separatismo, pero ¿quién para ahora la calle? ¿El Gobierno, los jueces, la policía?

Lo que tenemos estos días en Cataluña es más de lo que vemos en los informativos: compañeros de trabajo y de bar a punto de llegar a las manos, familias que han dejado de hablarse, y catalanes señalando con el dedo a otros catalanes. La ruptura social es un hecho y lo mejor que podemos hacer es reconocerlo. Otra cosa es cómo y quién va a ser capaz de solucionarlo, porque lo que está claro es que esto no se resuelve ni con una nuevas elecciones en las que volverán a ganar los mismos ni aflojando la bolsa del Estado como ha dejado caer el ministro de Economía.

Hay un proverbio armenio que dice que aunque unamos las piezas de un jarrón roto con oro puro, nunca podremos conseguir el milagro de que vuelva a ser un jarrón intacto. La convivencia en una parte de nuestro país es en estos momentos un jarrón quebrado y por desgracia nadie tiene en sus manos el antídoto para resolver lo que es, más allá del desafío institucional, el auténtico drama de Cataluña.