Alfonso Ussía
El malvado «Willy»
La presunción de inocencia no termina en la imputación, sino en la sentencia cuando es sancionadora. Después de la imputación viene el procesamiento, el recurso, el juicio y la sentencia que condena y absuelve. Y posteriormente otros recursos a instancias más altas hasta que al final la Justicia determina si un ciudadano es culpable o inocente. En las dictaduras nadie es inocente mientras no se demuestre su inocencia, y en los Estados de Derecho, afortunadamente, el camino es el contrario. Nadie es culpable hasta que la culpabilidad no haya sido probada, demostrada, juzgada y condenada. Mi gran amigo el catedrático de Derecho Penal José María Stampa Braun me repetía de continuo que es muy complicado demostrar la culpabilidad de un acusado. En lo que se refiere a la majadería, el Estado de Derecho no ofrece tantas garantías. Una necedad no se juzga. Viene directamente del necio, y se puede determinar de inmediato si se trata de una chorrada. No hay leyes que establezcan dónde comienza la memez y dónde termina. Y por decir que un representante de la soberanía popular ha hecho el ganso –en el presente caso, la gansa–, no hay grilletes en el horizonte.
La chorrada del año la ha protagonizado una feminista de Izquierda Unida. Esta noble mujer ha mantenido un prudente silencio cuando sus compañeros de coalición han humillado a otras mujeres del Partido Popular. No obstante, se ha enfurecido con un personaje de ficción, con un dibujo animado, que para eso está en los foros parlamentarios. El causante del cabreo de doña Tania Melero es «Willy Fog». Ha analizado los comportamientos del muñeco y decidido que es un machista y un colonialista. En este punto de la tragedia me pregunto qué podemos hacer para aliviar el monumental enfado de nuestra ilustre diputada. ¿Imputar a «Willy Fog»? Podría ser una primera solución, pero sinceramente, con muy breve trecho de recorrido. Un dibujo animado no está en condiciones de presentarse ante el juez y defenderse de una acusación airada de machista y colonialista «que somete a una india». Repetidas veces he escrito que «Heidi», en su versión animada, mientras permanece en las montañas con su abuelo, Pedro, el perro y las cabras, no deja de hacer ejercicio y apenas se lava. Pasan días, semanas y meses y no se cambia de ropa. ¿Tengo derecho a decir que «Heidi» es una cochina? Creo que no. Ni derecho ni valentía. Porque de escribir que el cochino es Pedro, nadie reaccionaría, pero si señalo a «Heidi» acusándola de espesa y guarrindonga, muy probablemente doña Tania Melero me llamaría «fascista», y ya no tengo edad para que me diga fascista o machista doña Tania Melero, a quien, de veras, le deseo toda clase de venturas en su vida privada por muchas chorradas que suelte en la pública. Y voy más allá, jugándome el tipo. La madre de Marco podría haberse llevado al niño a Argentina, y no lo hizo por comodidad. A un niño no se le deja así como así, y menos aún conociendo su carácter decidido. Para mí, la madre de Marco siempre ha sido una mala mujer. Pero no lo he hecho público hasta hoy por temor a la reacción de doña Tania Melero, que me llamaría xenófobo por criticar a los emigrantes e inmigrantes. Y me callo lo del mono Imedio, que se me antoja un salido y un bastante trucha, y doña Tania puede decir que soy un homófobo del carajo de la vela.
Retiro, pues, lo del mono.
Me figuro que a Cayo Lara, el Platón de Argamasilla, le habrá complacido el arranque de la señora o señorita Melero contra «Willy Fog». Es lo que tiene el feminismo radical de la izquierda. Profundidad y capacidad de impacto. Hay que eliminar a «Willy Fog».
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