Cristina López Schlichting

El mapa colorado

Hala, a los extremos. Así somos. Cuando las circunstancias castigan España, en lugar de templar y unirnos, nos exacerbamos y enfrentamos. Y ahí estamos. Los nacionalistas se han echado al monte con Bildu. El PSOE, en brazos de los comunistas. Ha salido un mapa que nos va a dar excelentes titulares a los periodistas, pero muchos quebraderos de cabeza a los ciudadanos. Y el papelón, papelón, lo ha desempeñado el PSOE. El chaval guapo, centrado, economista sensato, nos las ha dado con queso. El socialismo ha conseguido aupar a Podemos y sus secuelas en Barcelona (Ada Colau), Madrid (Manuela Carmena), Cádiz (José María González, alias «Kichi»), Zaragoza (Pedro Santisteve) y La Coruña (Xulio Ferreiro). Cinco capitales fundamentales; seis, si se incluye la Valencia de Compromís, en manos de Joan Ribó. El afán de Pedro por aupar a los de Pablo Iglesias le ha llevado incluso a rechazar alcaldías tan decisivas como las de la capital de España (que ofreció Esperanza Aguirre a Antonio Miguel Carmona) o Zaragoza (Carlos Pérez Anadón despreció la propuesta popular de Eloy Suárez). No las querían, querían que llegase Pablo Iglesias. No se explica tanto amor de los socialistas a Podemos, que se lanza a las generales con la deliberada intención de fagocitarlos. A cambio, el PSOE apenas ha obtenido Sevilla, con Juan Espadas, o Las Palmas de Gran Canaria. Magro pago. Y ojo al eje colorado que forman las enormes y decisivas Barcelona, Madrid y Valencia. Atentos a las reacciones de los inversores. El nacionalismo también ha estado fino. Uxue Barcos ha obtenido el Gobierno de Navarra a cambio de otorgar la alcaldía de Pamplona a Joseba Asirón, de Bildu. En Vitoria, el PNV se ha puesto también del bracete de los proetarras. Por el camino se han quedado los del Partido Popular, que se van sin premio después de haber sido la lista más votada en 40 de las 52 capitales españolas, entre ellas las emblemáticas Valencia, Sevilla, Cádiz, Vitoria, Zaragoza, Badalona o Madrid. Sólo gobernarán en 21. Ciudadanos ha capeado la tormenta como ha podido, evitando nacionalismos y apoyando a Susana Díaz en Andalucía y, a la vez, al PP en Santander, Granada, Málaga, Badajoz o –a última hora– Almería o Ávila. Una sabia contención, que no sé si bastará para consagrarlo como partido bisagra. Porque el mapa, se mire por donde se mire, es encarnado. ¿Qué quiere el PSOE? ¿Quedar de progre? Pues enhorabuena, lo ha logrado, aunque el precio sea señalar al futuro líder de la izquierda, que lleva coleta y no es exactamente guapo ni humilde.