José María Marco
El mapa del «franquismo»
La alcaldesa de Madrid ha tenido la «intuición» de que el callejero de Madrid, es decir, el Ayuntamiento que preside, no cumple –no cumplimos, debería decir–, la Ley de Memoria Histórica promulgada bajo el Gobierno de Rodríguez Zapatero y que el gobierno del Partido Popular ha mantenido vigente. La alcaldesa no ha dado más detalles. Muy en el modo asambleario setentero al que estamos volviendo a marchas forzadas, ha llamado a la participación ciudadana para hacer propuestas al respecto. Y así han empezado a circular listas de posibles condenados al nuevo auto de fe, alguna de ellas procedente de Izquierda Unida.
Entre los nombres que aparecen en estas listas hay personas relacionadas con la dictadura de Franco. Son calles que no existían antes de recibir el nombre y los Ayuntamientos democráticos, con sentido patriótico de la responsabilidad y de la historia, los habían mantenido. Hay muchas otras de personas que vivieron bajo la dictadura de Franco y que o bien la respaldaron más o menos explícitamente, o bien la sobrellevaron. Está Josep Pla, de los más grandes escritores de la literatura española, que aceptó la dictadura como un mal menor, que detestaba. Otro es Melchor Fernández Almagro, historiador de primera fila, gran conocedor del liberalismo español, o José Lázaro Galdiano, empresario y humanista a quien Madrid debe uno de sus más excelsos museos, en una ciudad en la que abundan estos. Está Eduardo Marquina, gran dramaturgo, Juan de la Cierva, inventor, el también dramaturgo Enrique Jardiel Poncela, el gran periodista Julio Camba (las listas se ensañan con los periodistas), los poetas Manuel Machado y Gerardo Diego, la también escritora Concha Espina, Salvador Dalí, uno de los artistas españoles más conocidos de toda nuestra historia, Juan Antonio Samaranch y Santiago Bernabéu e incluso Ramón Gómez de la Serna, con Dalí uno de los grandes genios de la subversión estética y cultural de todo el siglo XX.
Hay algunas paradojas. En alguna de las listas figuran nombres de personas que nunca pudieron apoyar la dictadura de Franco porque fueron asesinadas poco después del golpe de Estado, como el dramaturgo Pedro Muñoz Seca o Ramiro de Maeztu, gloria del grupo del 98. Y resulta escandaloso que falten algunos nombres. No se sabe por qué no figuran Pío Baroja, Gregorio Marañón, Ramón Menéndez Pidal o José Ortega y Gasset, por no hablar de Fernando Fernán-Gómez o Adolfo Marsillach, colaboradores de la dictadura al mismo título –sino más– que todos los anteriores.
Rodríguez Zapatero fracasó con su intento de gobernar España en contra de la mitad de los españoles. Aun así, la izquierda de nuestro país sigue identificándose con quienes perdieron la Guerra Civil. Sigue por tanto sin aceptar el hecho de que la España de hoy es el resultado de la obra de todos: los que la perdieron y los que la ganaron, aquéllos con los que nos sentimos identificados y aquéllos con los que no lo estamos. La izquierda española, profundamente nacionalista sin saberlo del todo, sigue queriendo alumbrar una España nueva en la que sólo sean españoles los que comparten sus convicciones políticas. Para ella no hay ni ha habido perdón ni reconciliación. Antes que nada, las listas dibujan un mapa bastante preciso de lo que es el «franquismo», esa fantasía ideológica inventada por quienes pretenden hacer el juicio político de los españoles que tuvieron que vivir bajo una dictadura, en buena medida a causa de la intransigencia de quienes ahora quieren juzgarlos. El PP tenía argumentos muy de fondo, como éstos, para haber derogado la miserable Ley de Memoria Histórica.
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