Alfonso Ussía
El marroquí
No hace muchos años, Ángel Colom y Pilar Rahola militaban en ERC, la Izquierda Republicana de Cataluña. Fueron militantes y dirigentes. Y a punto estuvieron de conseguir que desapareciera, pero lamentablemente no lograron tan benéfico final. Para sobrevivir, ingresaron en Convergencia y han medrado satisfactoriamente. Pilar Rahola es el soplo de inteligencia que ilumina a Mas, y Colom se ocupa de la «Fundació Nous Catalans», que según mis asesores en lenguas autonómicas es traducible por «Fundación Nuevos Catalanes». No lo aseguro, pero si mis asesores me garantizan que esa y no otra es la traducción literal, estoy moralmente obligado a responsabilizarme de su veredicto. A mi anterior asesor de catalán lo tuve que despedir porque me garantizó que «pilota» es la mujer de un piloto, cuando en realidad es simplemente un balón. Además del ridículo lingüístico, las feministas se pusieron de uñas conmigo porque, según ellas, desde mi perspectiva machista, no supe defender a las mujeres que pilotan aviones, que ya son muchas y magníficamente preparadas, por cierto. Tenían razón.
El nacionalismo catalán fue muy duro y distante con los inmigrantes. Con los que llegaron a Cataluña desde otros lugares de España –los charnegos–, y los provenientes de África. La señora Pujol lo dejó claro en diferentes ocasiones. No le gustaban los moros ni los negros que estaban invadiendo Cataluña. Por fortuna, esa distancia ha desaparecido. Y prueba de ello es la que se ha montado con la orden de expulsión de España, promovida por el CNI, del ciudadano marroquí Noureddin Ziani, del que se dice que es salafista, una de las corrientes del islamismo más radicales y cercanas al terrorismo. El expulsado Ziani ha negado todas las acusaciones, y acusado al CNI y Ministerio del Interior de expulsarlo por ser «soberanista catalán». Y Ángel Colom confirmó su condición de independentista ofreciéndole apoyo y tribuna en la sede de la «Fundació Nous Catalans», a la que pertenece el magrebí. Debo reconocer que carezco de agilidad mental para entender este lío. Mis capacidades de reflexión y comprensión en este peculiar caso son similares a las de un berberecho poco dotado intelectualmente desde su nacimiento.
Los independentistas catalanes no piensan como Josep Pla, síntesis de la ironía, la inteligencia y el pragmatismo de Cataluña. En las manifestaciones por la independencia se advierten numerosos inmigrantes con señeras estrelladas. Resulta comprensible si se sienten cómodos en Cataluña y han conseguido la nacionalidad española, que es la que les permite ser independentistas catalanes. Pero este personaje es marroquí. Y no puedo comprender qué hace un marroquí inmerso en el islamismo radical dentro del aparato político del separatismo de Cataluña. Tampoco asumo su vinculación y pertenencia a la «Fundació Nous Catalans», porque no es nuevo ni viejo catalán por la sencilla razón de que no es ni catalán.
Creo que hay que respetar el trabajo del CNI. El CNI no se dedica a encuadrar en el salafismo a los independentistas catalanes, sean españoles o importados para engordar la dichosa «Consulta». Si el CNI llega a la conclusión de que es urgente solicitar al Ministerio del Interior la expulsión del territorio nacional de un extranjero por constituir una amenaza para España, es que algo hay. Y si lo que hay es un salafista marroquí, que Marruecos se las apañe, aunque el independentismo catalán se quede sin uno de sus principales dirigentes. Mas, Junqueras, Colom, Rahola, Cesc Fábregas, lo que queda de los Pujol y el marroquí.
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