Francisco Marhuenda
El mesianismo del presidente catalán
No siempre es fácil ver los acontecimientos con la suficiente perspectiva. Lo más fácil es dejarse llevar por lo urgente y perder de vista lo realmente importante. El conflicto que han desatado los nacionalistas en Cataluña no hay que afrontarlo de forma visceral, sino dejar que el fervor del desafío independentista se vaya enfriando. No es la primera vez y desde luego no será la última que un sector de la sociedad propugne la ruptura de España. En los últimos siglos han aprovechado momentos que consideraban de debilidad para lanzar un órdago, como sucedió en 1640 o 1714, pero lo volvieron a intentar en la Segunda República, aunque siempre sin éxito. Ahora llevan varias décadas preparando el clima social gracias al control del Gobierno catalán, la propaganda, el control de la educación, la torpeza de los socialistas durante el tripartito y a los populares, que han navegado muy desorientados a lo largo de las últimas décadas. La Monarquía ha sido un elemento de estabilidad. Tanto Don Juan Carlos como Felipe VI han tenido una presencia tan continuada como intensa en Cataluña. Ha existido una clara y decidida sensibilidad hacia la pluralidad de España. El Rey tiene ahora un papel muy importante en el que su empatía será fundamental. El tiempo juega en contra de Mas y sus socios independentistas. Es cierto que estamos ante un escenario que muestra claros elementos de desorden e incluso de inquietud, pero una vez más nos falta perspectiva. La sociedad catalana no está para experimentos y la visión mesiánica de Mas, que asegura a todos los que le quieren escuchar que está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias y a ser un «mártir» de la patria catalana, tiene elementos claramente esperpénticos. Ese patriotismo decimonónico, como si se tratara de la independencia griega o la unificación italiana, resulta bastante excéntrico en el marco de la Unión Europea. El nacionalismo catalán nació de la mano del Romanticismo y Artur Mas se ha convertido en el protagonista de un guión que está escribiendo el historiador Oriol Junqueras. La épica embarga a un presidente de la Generalitat que no está dispuesto a gestionar, sino que quiere conducir a Cataluña a la tierra imaginada. Un edén donde la utopía más delirante ha sustituido tanto a la verdad como al sentido común. La prudencia que siempre ha caracterizado a los catalanes acabará por imponerse porque no estamos en los años treinta y no creo que mis paisanos quieran un choque de trenes que sería un desastre para Cataluña.
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