Cristina López Schlichting
El mito del gasto
Es un error vincular la calidad de la educación con el dinero. En los años sesenta había cuarenta alumnos por clase, pero todos sabían la lista de las preposiciones. Nunca se ha invertido tanto dinero en enseñanza como en los años 90 y nunca –desde que se tienen registros– los resultados han sido peores. Leyes, reformas, libros carísimos...y resultados a la cola de los países de la OCDE, según los informes PISA. Yo no soy experta en pedagogía –Dios me libre–, pero veo algunas cosas. Había aspectos en los sistemas de los años 50 y 60 que funcionaban y han desaparecido. Entre ellas, exámenes rigurosos, reválidas y selectividades y ese pequeño detalle de que «el que catea no pasa». ¿Cómo es posible que hoy te llegue un hijo diciendo: «No estudio estas asignaturas porque con que apruebe estas otras paso de curso»? Y, en segundo lugar, tenemos un problema con la falta de respeto y la disciplina. ¿Cómo no se van a necesitar miles de millones en profesores extra si los alumnos amenazan a los docentes? Me he molestado en preguntar por qué Finlandia tiene tan buenos resultados académicos. Me dice uno de los responsables del informe Pisa que en los países escandinavos no hay profesión más reputada que la de maestro o profesor. Se preparan tanto y durante tan largos años, con tal grado de exigencia, que sólo los mejores pueden aspirar a la docencia. En mi clase –y esto me trae siempre protestas de los docentes, pero subrayo que no generalizo–se hacían maestros los que estudiaban menos. La solución de la educación no pasa por meter más dinero en el sistema, sino por endurecer la preparación de los maestros, reforzar su autoridad, eliminar tantos libros inútiles, precisar contenidos y someter a los alumnos a exámenes rigurosos. Ah, y en dar alternativas a los que llegan a los quince años y no quieren ser licenciados en ciencias cuánticas. Que digo yo que tendrá que haber maquinistas y sastres.
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