Hollywood
El negro es tan ideal
La gala de los Globos de Oro tal vez tuviera la bienintencionada idea de abrir los ojos al mundo sobre los acosos sexuales a las mujeres pero, qué quieren que les diga, pareció más otro desfile de modelos –casi todos negros, eso sí– con los que Hollywood expresa que el espectáculo debe continuar. Siguieron tan bien la coreografía que ni «La, La, Land» el año anterior. La progresía del cine configuró el mejor guión sobre una saga hipócrita y ese buen rollo que da aún más miedo que las producciones premiadas. Distopías terroríficas y sin embargo excelentes. El negro de Hollywood no es el de Bernarda Alba, un luto que vuelve yerma la existencia, sino un ala de mosca a lo Balenciaga, aquel arquitecto de cuerpos que descubrió que el no color era el colmo de la elegancia, como en su día los salones de la corte española en la que se inspiraba. Chanel lo combinaba con béis porque le parecía que el contraste con el blanco resultaba demasiado estridente. La sutileza. Nunca se es demasiado delgada ni demasiado joven, decía. Hoy a aquella revolucionaria la crucificarían en el altar de Oprah, una Trump al revés en una misa negra. Elegir un vestido oscuro en una «soirée» no es una protesta, sino un signo de buen gusto, vístase con una joya de alta costura como con un «petite robe noire» a lo Givenchy en «Desayuno con diamantes». Hay lágrimas negras en Hollywood pero no estaban en la gala sino deshaciéndose en las calles de Los Ángeles y en algunos despachos de piel de leopardo. Aparte de Weinstein, el cabrón y chivo expiatorio, no aparecieron más nombres de entre todos y todas las poderosas de la industria que hacen tragar a las novatas y a los novatos la hiel del desprecio para presumir de un Oscar. Tantas acusaciones sin pruebas ni juicios los hace cómplices de una caza de brujas interesada para que el público los condecore por una buena causa mientras se inyectan una suerte de botox que paraliza la carretera perdida de la verdad. El #Metoo puede transformarse en un monstruo que nos causará pavor dormir con la luz apagada. En sus carnes lo paga ya Meryl Streep, la peor actriz del mundo según Donald (y Truman Capote), musa del ala más liberal de las colinas, a la que también acusan de callar lo que sabía. Tal vez lloraba hacia adentro mojándose a sí misma de contradicciones. También los que argumentan que no puede tratarse a las mujeres como a niñas indefensas porque es proseguir con el patriarcado por otros medios. Hollywood ha hecho la película del año y la ha interpretado de manera tramposa. Digamos que tenía un buen guión que no podía dejar escapar. Drama, sexo, personas jodidas. Si el poder femenino era lucir una fina venganza más le hubiera valido contratar a buen abogado. Así no hay quien galardone a Bette Davis o a su trasunta. Les hubiera dado una patada en el culo. Con el cigarrillo en la boca, diría «¿Esto es una fiesta o una plaga de moscas?», y protestaría por la calidad del whisky.
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