Navarra

El odio de los intolerantes

La Razón
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«¡Habla en inglés! Lárgate a tu país», le gritó un británico a un español el otro día en Londres, antes de golpearle con todas sus fuerzas. La agresión puedes sufrirla asomándote a múltiples medios, vivimos rodeados de cámaras de seguridad. «Ojalá te mueras de un cáncer, facha de mierda», típico ataque que puedes recibir regularmente de quienes, enmascarados en una red social, te insultan por tu oficio de periodista. «Vete a tu pueblo», escuchó Conchi Fernández este sábado en su propia casa. Porque sabrás que ella nació en Alsasua, en ese lugar del que algunos querrían borrarla. Viuda de un guardia civil asesinado por ETA y mujer de bandera. Conchi, sabes que la ignorancia es atrevida.

¿A ti también te ha pasado? Mirar los bajos de tu coche cada día, no explicar a qué te dedicas. Que tampoco lo revelen los tuyos, por pura seguridad de grupo. ¿Te suena? Es la historia de tantos en esta España compleja y acomplejada. Si eres guardia civil, policía o militar en el País Vasco o Navarra, seguro guardarás mil batallitas en la recámara para amenizar encuentros familiares. Yo las he escuchado de mi padre, de mis tíos, de sus amigos, de aquellos que padecieron, en sus respectivos destinos, las décadas más oscuras de ETA. Llevamos cinco años sin informar del tiro en la nuca, que es mucho. Y nos quedan el doble, como mínimo, para contemplar en reposo el inmenso drama que causó su terrorismo. Lo culturalmente aceptable en localidades como Alsasua tiene que ver, aún hoy, con el rechazo reptiliano a las Fuerzas de Seguridad. Se lleva en el ADN de lo políticamente correcto, y punto. Quienes allí optan por el silencio sobre determinados asuntos puede que vivan sin estridencias, socialmente integrados, pero arrastran un miedo cultural inevitable. Y ese sentimiento, a veces, desemboca en infelicidad. Comprendo el humano temor a quien te amenaza con pintadas o te ataca un sábado por la noche, en cualquier bar. A pesar del PSOE, de la próxima investidura y de todos los demás asuntos que acaparan portadas, pongo hoy por delante a cuatro valientes que han levantado, en silencio, mensajes de apoyo a la Benemérita frente a gritos de rechazo. ETA ya no mata, pero subsisten intolerantes paleolíticos, necesitados de cruzar fronteras para crecer y desprenderse de su violencia. De ese odio que es denominador común de quienes linchan en las redes, o en una calle cualquiera de Londres.