Cristina López Schlichting
El «otro» programa de Podemos
La propuesta económica de Podemos ha asustado tanto a la opinión, que ha desviado la atención del cambio de modelo social que plantea el programa presentado al PSOE. Gastar cien mil millones de euros, que no tenemos, ya fue un método que usó José Luis Rodríguez Zapatero, con pésimos resultados. La consecuencia de planes semejantes la observamos en Grecia, donde se están bajando las pensiones. Sin embargo, mucho más grave es el proyecto de acabar con el sistema parlamentario e implementar un modelo de partido único antidemocrático. Hace mucho que Iglesias no expresa en público estas intenciones, pero es sólo por razones tácticas. Que la revolución es su objetivo y su modelo ya lo dijo en ocasiones suficientes y lo ha enseñado durante años en la facultad. El programa de Gobierno planteado en 98 páginas por Podemos está plagado de conceptos antisistema que merece la pena tener en cuenta. Son principales sus planes sobre tres ejes de la libertad: medios de comunicación, sistema judicial y Parlamento. Podemos anuncia un Consejo Audiovisual (al estilo del famoso CAC) que controle los medios de comunicación privados, el apoyo estatal de lo que llama «medios comunitarios sin ánimo de lucro» (los afines) y el control «popular» de los medios públicos a través de organismos como el Consejo Social (formado por los movimientos sociales). Se trata, en definitiva, de procurar la llamada «verdad informativa», esto es, la relación unívoca entre el discurso del partido y los medios. En cuanto a los jueces, pretende que «una de cada tres plazas de los Tribunales Superiores de Justicia sea para un jurista de reconocido prestigio» (sin oposición), señalado por el parlamento autonómico y la sociedad civil, de modo que se elimine la independencia del poder judicial, ya muy dañada. Existe en Podemos la convicción de que los medios y la judicatura son, en efecto, expresión de la «casta», el «establishment» o los «poderosos». Y tiene una verdadera obsesión por acceder a lo que considera los instrumentos de poder. Finalmente, Podemos reconoce en el prólogo del programa presentado esta semana su deseo de impulsar «una segunda transición (...) que asuma el reto de profundizar nuestra democracia». Suena bien, pero no tiene nada que ver con lo que el lector imagina. Iglesias manifiesta, por ejemplo, graves problemas con las mayorías electorales. Si un partido ejerce en la cámara mayorías de bloqueo o impide cambios constitucionales, Podemos anuncia que echará mano de la consulta popular. Para saltarse las leyes, en definitiva, apela al pueblo: consejos sociales, organismos estatales de control, referéndum popular. La razón es muy simple: para Pablo Iglesias y sus compañeros, la soberanía popular no reside en los representantes parlamentarios electos, sino en las clases populares y los líderes de la revolución. El sujeto no es la ciudadanía, sino el «pueblo» así entendido. Pablo puede ser una amenaza para la economía, pero, sobre todo, intenta liquidar la libertad.
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