Partidos Políticos

El partido de los tercos

La Razón
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Nueve, horizontal. Definición: Partido de tercos. Tres letras. Solución: ERC. Ni los crucigramas se libran de la campaña electoral. Así versaba en su edición de ayer el popular crucigrama de La Vanguardia, todo un «zasca» en la boca de Oriol Junqueras. Si quieren toda una minucia en comparación con el «zasca» morrocotudo que recibió Pedro Sánchez –en boca y estómago– en la encuesta del CIS.

No fueron los únicos a los que se les atragantó el cafelito de media mañana. Rajoy quedó desfondado en su kilométrica carrera. Tanto correr para dejarse algún diputado en la gatera. Ayer, recurrió al templo de Debod, quizás para encomendarse al dios Amón para superar los malos augurios del CIS. Ciudadanos, que ha echado mano de la briosa Inés Arrimadas, la líder catalana que no se presenta a las elecciones, también pierde fuelle según la madre de todas las encuestas. Los naranjas ya no son lo que eran. Empiezan el pulso electoral con pocas expectativas de mejorar. Casi su lema es «salvar los muebles».

Hablando de muebles, Podemos se fue a pegar carteles –literalmente– a La Latina. Iglesias y Garzón hermanados en su catálogo Ikea, usado para montar y desmontar ideologías al gusto del personal, eligieron el popular barrio madrileño para luego tomarse unas cañas y rememorar su pacto del botellín. O eso, o para amargar la noche al ex presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, el socialista más enemigo acérrimo de los podemitas. El PSOE, noqueado. Sin más. Aun así, con los números en la mano será el árbitro del partido. A eso se aferrará Pedro Sánchez, y también el resto de los barones territoriales, que ven cómo se desvanece su castillo de naipes en todos los territorios.

¡Anímense! Esto ya ha empezado. Sólo quedan 16 días. O al menos eso parece. El periodo postelectoral tiene todos los visos de ser otro vía crucis con un parecido proverbial con Cataluña. Convergència se ha encomendado al efecto Puigdemont. No parece que sea la mejor estrategia, pero no hay otra. Inicio de campaña en Girona, en casa de un president que va desbocado dando entrevistas en todos los medios de comunicación. La derrota el 26-J de los convergentes va a ser preludio de muchas cosas. Hasta les ganará el PSC de Miquel Iceta y Meritxell Batet. También ERC les ganará. Incluso con más renta, a pesar de que Gabriel Rufián es su cabeza de cartel. Sólo le faltaba esto a Puigdemont. ¡Que le ganen los tercos! Pero, para colmo de los colmos, los independentistas tendrán tantos diputados como los ganadores: los chicos de Colau e Iglesias. Puigdemont y Junqueras intentarán que les ayude la ouija para saber si convocan elecciones en Cataluña o no. No vaya a ser que las convoquen y pierdan.

El que las tiene que convocar sí o sí es Iñigo Urkullu y la cosa le pone los pelos de punta. Patxi López se puede quedar en casa sin escaño, el PNV pierde frente a Podemos y el efecto Otegui no afecta para nada a Bildu, que sigue bajo mínimos. El inicio de campaña de lo más tradicional, todos en Vitoria. Conclusión: el nacionalismo de toda la vida va directo al barro en Euskadi y Cataluña y la alianza de izquierdas es una alternativa nada utópica. En Galicia, «tamén» de la mano de la Marea que le roba la merienda al PSOE. El PP resiste. Feijoo, por si acaso, se ha encomendado a las meigas y sus asesores barajan cuál es el mejor «conxuro», para curarse en salud. Seguro que hoy muchos piensan aquello de «virgencita, virgencita que me quede como estoy». Pues haberlo pensado antes.