Toni Bolaño

El (pen)último órdago de Mas

La Razón
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Han pasado casi tres meses desde las elecciones del 27 de septiembre y Artur Más sigue siendo Presidente en funciones de la Generalitat. En tres meses no ha conseguido que la CUP lo entronice de nuevo. En este tiempo, el líder camuflado de Juntos por el Sí ha realizado varios envites para arredrar a los anticapitalistas, en el mejor estilo de los jugadores de mus.

El primero fue ceder el liderazgo de la candidatura unitaria del soberanismo –o lo que es lo mismo, mismo, ensaladilla de sensibilidades que se unió y arrogó la representación de la mayoría del «pueblo de Cataluña» a Raúl Romeva. La mona se vistió de seda de izquierdas para seguir siendo la mona de Mas. La mano de pintura roja a su candidatura, junto con la ERC de Junqueras que cada día es menos izquierda y menos republicana, no engañó a los independentistas de izquierdas que le dieron la espalda. Con los malos datos del 27-S, Mas volvió a envidar. Esta vez dando la presidencia del Parlament a Carme Forcadell, la musa del activismo independentista. Con Forcadell, Mas esperaba que los últimos diez bolcheviques de occidente se entregaran con armas y bagajes. Tampoco sirvió.

Artur Mas se creció en la adversidad y volvió a envidar con una declaración de independencia que hizo poner el grito en el cielo a varios de sus consejeros y a dirigentes de su partido. Los silenció y se sentó a esperar su victoria. La CUP le aceptó la apuesta y votó con Juntos por el Sí. Más se veía triunfador, pero la CUP le volvió a dar con la puerta en las narices. Sí a la independencia pero no a Mas, le dijeron.

Desde ese 9 de noviembre han pasado más de 40 días. Mas y sus atlateres lo han intentado todo. Han amenazado, insultado y menospreciado a los bolcheviques en los medios de comunicación públicos y en los privados de condición servil que cobran dinero público. No ha servido de nada. Artur Mas i Gabarró, el resabido President, seguía sin conseguir doblegar el brazo a los anticapitalistas.

En esta tesitura, Mas preparó su órdago. Se la jugó al todo por el todo. Vistió a los suyos con sus mejores galas y entabló negociaciones con la CUP. De igual a igual. Preparó un programa para ofrecer a sus particulares bolcheviques de corte izquierdista dibujando una Arcadia feliz. 43 días después, el acuerdo ha sido imposible. Mas lo ofrece todo, incluida una enmienda a la totalidad a sus últimos cinco años de Gobierno. Recupera la renta mínima, aplicará la dación en pago, salario mínimo de 1.000 euros, medidas contra todo tipo de pobreza, no bajará los salarios de los funcionarios, dará marcha atrás en programas estrella como Barcelona World o la privatización de las aguas públicas, se cargará los oligopolios y hará arrodillarse a las instituciones del Estado.

Ni así. El líder Más, que volvió a perder las generales y se queda sin grupo propio, no ha conseguido que la CUP se trague su conversión al rojerío. No le han aceptado ni tan siquiera un simple preacuerdo. Juntos por el Sí, vencidos y desarmados, han entregado su última propuesta y se sientan a esperar el veredicto del soviet supremo, reunido en asamblea el próximo domingo en Gerona. Mas se ha desnudado para conseguir el apoyo de la CUP. Se ha travestido para conseguir un apoyo a su investidura con un programa de amplio gasto social, nacionalizaciones y la creación de un nuevo estado, la República Catalana, con servicio de inteligencia y todo. La respuesta el domingo. Los 1.320 miembros del soviet supremo le darán su respuesta mientras espera en su despacho en Palau preparando su próxima jugada.