Restringido
El pequeño Errejón
Ahora resulta que el pequeño Nicolás ni siquiera se llama Nicolás. Lo que esta claro es que se llame como se llame se trata de un personaje de ficción porque, de lo contrario, es el momento de pensarse muy en serio abandonar este país que todavía se llama España lo antes posible. Un buen amigo cada vez que le preguntan en la barra de un bar qué quiere tomar siempre responde, antes de decidirse por una caña o por un café según de la hora que estemos hablando, «las de Villadiego». Con que sea cierto tan sólo un uno por ciento de lo que este muchacho contaba el pasado fin de semana en el diario «El Mundo» sobre sus contactos con miembros de las más altas instituciones del Estado y el Centro Nacional de Inteligencia no es necesario esperar a que el otro pequeño de la España actual, el pequeño Errejón, se haga con los mandos del poder para salir por pies. La verdad es que Iñigo Errejón no es tan pequeño como el falso Nicolás pero tiene cara de empollón de la ESO y rictus de niño travieso capaz de perpetrar trastadas inocentes. De hecho todo parece indicar que ha perpetrado una, aunque no demasiado inocente, llevándose un buen dinerito por realizar un trabajo presencial sin presentarse y del que nadie si lo ha realizado, aunque haya sido por control remoto, o si ni siquiera se ha puesto a ello salvo para recibir los mil ochocientos euros largos mensuales además de su sueldo de aspirante a formar parte de la casta. Los chicos de Podemos que se han servido de los medios de comunicación para crecer, ahora se abonan al silencio de los corderos para no tener que dar explicaciones sobre su afición a vivir como aquellos a los que ellos denigran e incluso difaman. Cuando vuelvan a preguntarme a mí que qué quiero tomar cada vez tengo más claro que las de Villadiego.
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