Julián Redondo

El piloto prodigioso

El piloto prodigioso
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En medio de una nube de banderas con el 93, número universal por obra y gracia de Marc Márquez, una «estelada». No consta en el palmarés de este prodigioso y nuevo campeón del mundo en MotoGP ninguna inclinación nacionalista. Su pasión son las motos, y los caracoles que prepara Roser, su madre, administrativa. Juliá, su padre, es albañil en paro. La joya, el Gordo de la Lotería, el cuponazo, el Euromillones, se subió por primera vez a una moto con cuatro años; pero en su memoria prevalece que a los 7 sintió cosquillas en el estómago al oler la gasolina, y que no fue hasta los 13 cuando decidió que tenía que ser piloto sí o sí. Con 17 ganó el Mundial de125 cc; con 19, el de Moto2, y con 20, el de MotoGP. «El secreto no está en mis caracoles –dice Roser– sino en un par de cojones». Marc paseó por tercera vez la bandera de España que Crivillé, natural de Seva (Barcelona), ondeó en el 99. La que utilizó Emilio Alzamora (Lérida), campeón de 125 en 1999, su mánager, el encargado de mantener la tradición con ésa histórica enseña. En Cheste, Márquez ha vuelto a romper barreras. Ha superado la precocidad de Freddie Spencer (21 años) y de Kenny Roberts, aquel debutante atrevidísimo. En Valencia culminó la gesta del motociclismo español protagonizada por tres campeones que, vitoreados, recorrieron el circuito con la bandera nacional: Maverick Viñales, de Figueras (Gerona); Pol Espargaró, de Granollers (Barcelona), y Márquez, de Cervera (Lérida). Y todo, tan normal; excepto la gesta de Marc, asombrosa.