Pedro Narváez

El porro de la legislatura

La Razón
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El mercadeo electoral empieza a entonarse. Los líderes se han puesto el traje de los payasos de la tele, hola don Pepito, y a urdir canciones infantiles con las que arrullar a los españoles.

¿Es la guerra? Que se ponga. Gila se aparece de vez en cuando y nos conduce desde el limbo a nuestro propio infierno a poco que aparece un tema de actualidad de esos que no cambiarán nunca. El asunto catalán, por ejemplo. Lo bueno del chiste bueno es que por más artillería que suelte siempre da en el blanco. Ahí tenemos a Ibáñez haciéndose un bocadillo de Mortadelo con toda la cuadra política para demostrar que, ya que algunos candidatos son de risa, mejor tomárselo con la suficiente ironía para no desfallecer antes del 20-D. El humor siempre nos puede salvar del abismo. La vida podría ser como esas series en las que las situaciones tensas se resuelven con carcajadas tipo «Modern Family», pero cuando hasta la familia provoca malestar es que alguna tuerca se nos cayó en la cadena de montaje. Nos tomamos tan en serio que acabaremos aburriéndonos y nos iremos con otros.

Lo peor es que los señores llamados a salvar España nos asaeteen con ocurrencias que sueltan en el «late night» tal que un chiste de Eugenio. En esta categoría se sale Pedro Sánchez. Un Goya por favor para el guionista con el que preparó lo del divorcio en la entrevista de Televisión Española. Otro para el que le montó un acto cultural y supuso que bastaba con el nuevo disfraz de Paco Clavel. El desfile del ex JEMAD es una genialidad del encargado de efectos especiales de Podemos. Lo de poner un tope a los sueldos de Izquierda Unida es un estribillo pegadizo en una mala canción. Y así.

Piensen los electores que detrás de este festival del humor está el cuadro que nos encontraremos el 21 de diciembre. A decir de las encuestas, la de ayer mismo del CIS, un gobierno en minoría que gastará la palabra diálogo de tanto usarla pero que sacará adelante muy pocas leyes. A la italiana. Enfrente tendrán a un aliado que a la vez se transmuta en opositor a vencer en las siguientes generales. Serán cuatro años de grupos de expertos, una profesión al alza, vayan sacando sus títulos, y de debate constitucional que no desemboca. Si el programa se incumple cuando se tiene mayoría absoluta, imagínense qué no pasará si además la propuesta ha de pasar por el tamiz de los supertacañones. Qué alianzas harían falta para legalizar los porros, por ejemplo, como sugiere Podemos, si hasta el propio Pablo Iglesias dice que no los fuma. El cigarrito de la risa que se pasarán en el próximo Congreso de los Diputados. Lo demás, salvo la respuesta al desafío independentista, se prevé bastante infumable.