Alfonso Ussía

El pozo negro

La Razón
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La vieja fascinación del separatismo catalán por el terrorismo vasco ha rebrotado. La ETA fue –y es– una banda asesina, cuyos componentes han matado –veinte niños incluídos– a casi mil inocentes con disparos a traición, coches-bomba, explosivos y toda suerte de efectivos sistemas de destrucción. Los separatistas catalanes de «Terra Lliure» intentaron imitar a la ETA, y fueron igual de criminales y cobardes, si bien durante un tiempo mucho más breve. Arzallus, a su manera, llamó «cobardes» a los impulsores del separatismo catalán. «No veo a los catalanes dispuestos a empuñar una pistola». De ahí, la admiración incontenible de los grupos ubicados en el pozo negro de Cataluña por la ETA y sus dirigentes.

Nada tiene de extraño que Forcadell, los de la CUP, la fea del Playmóvil y el cantautor que duerme a las alondras, hayan recibido a un terrorista reincidente como es Otegui con agasajos reservados a los héroes. Para ellos, Otegui es el héroe y no hay vuelta de hoja. El problema siempre está en la equidistancia cobarde del socialismo.

Forcadell, los de la CUP, la de los niños educados por la tribu y el cantautor soporífero que amodorra a los jilgueros no son equidistantes. Están posicionados claramente a favor de la ETA y en contra de sus víctimas. Es el socialismo el que no sabe dónde situarse. Y esa duda supera la infamia, por cuanto decenas de socialistas han sido asesinados por los pistoleros del homenajeado Otegui. Que Iglesias celebre la liberación del etarra carece de importancia. Que Iceta se abstenga y permita la visita de Otegui al Parlamento catalán es propio de alcantarilla.

La que fue número dos por Madrid y ahora ha saltado al uno por Barcelona, la alada y frágil bailarina Maritxell Batet, ha resumido en una frase lo que el terrorismo etarra afecta al socialismo en Cataluña: «No me parece ni bien ni mal que Otegui sea candidato a Lehendakari». Es decir, que no le parece ni bien ni mal que el próximo Presidente del Gobierno vasco haya sido uno de los jefes de la banda terrorista más cruel y empecinada que ha existido en España. Esa equidistancia es la pócima venenosa que ha intoxicado a una buena parte de la sociedad catalana, aquella sociedad que antaño era tomada como ejemplar en el resto de España, y en la actualidad está representada en muy alto porcentaje por peligrosos payasos salidos de las urnas.

Otegui ha recibido la gloria y el homenaje de la Cataluña oficial. Esa Cataluña desnortada, confusa y enferma, no es un invento, y menos aún, una excusa. Es la consecuencia de los votos, de los pactos y de la administración de la voluntad política de los catalanes. Si la que fue un día una de las ciudades más abiertas, cosmopolitas y cultas de Europa ha elegido como alcaldesa a ese ser que no me atrevo a clasificar, es por algo. Si Cataluña se siente representada por un individuo al que no recibe fuera de su territorio ni el limpiador de alfombras de la Unión Europea, es por algo. Si el que establece el orden y la función social de los catalanes es un personaje violento como David Fernández o una apisonadora del buen gusto como Anna Gabriel, es por algo. Si el Parlamento de Cataluña está presidido por una ignorante cuyo único mérito es su acendrado espíritu separatista, es por algo. Si la fortaleza exterior del proceso separatista sólo se sustenta en un club de fútbol, es por algo. Y ese algo, esa aproximación al pozo negro, tiene mucho que agradecerle al Partido Socialista de Cataluña, el partido de la yenka, el partido del sometimiento, el partido de la confusión y el partido de la traición diferida.

Lo de esta gente de las cloacas carece de importancia. Están en ellas. Lo preocupante es que Iceta y Batet a un paso están de zambullirse en el pozo negro.