Iñaki Zaragüeta
El presidente, en su papel
Mariano Rajoy, a petición propia, satisfará las peticiones de los partidos de la oposición y, sin embargo, son éstos los que parecen estar cabreados. ¿No es lo que querían? A juzgar por sus reacciones, más bien muestran su contrariedad porque, a su juicio, lo hace «tarde, mal y a rastras» (Elena Valenciano dixit).
La oposición debería mostrar su agradecimiento al presidente del Gobierno, no sólo porque tendrán la oportunidad de confrontar con él, sino por su «generosidad» al evitar a Rubalcaba el trance de presentar un moción de censura de la que iba a salir muy mal parado, bastante más que el propio cuestionado. ¿Dónde va a acusar de algo cuya existencia no se ha demostrado, la financiación «B» del PP, o hablar de que un presunto delincuente haya timado a la organización popular sin poder justificar 48 millones de euros, cuando él, Rubalcaba, tiene a veinte correligionarios andaluces imputados, unos cuantos en la cárcel y el latrocinio de 1.500 millones de euros del erario, del dinero de todos los ciudadanos? Todo ello con la complicidad de Izquierda Unida, por citar sólo a los partidos. Si añadimos su pertenencia, como hombre fuerte, a un Gobierno cuya política llevó al desastre total de España, convendremos que era carne de cañón.
A lo que iba. Mariano Rajoy cumple con su deber pero, diga lo diga, justifique lo que justifique, ni el partido socialista ni Izquierda Unida van a modificar su petición de dimisión. Ante semejante intransigencia, bastaría con que el presidente expusiera lo que tuviera que exponer y ellos ni hablaran. En fin, percibo el talento sólo por un lado y alguien sentenció «la persona de talento vive aun después de muerta». Así es la vida.
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