Martín Prieto

El PSOE, en cuidados intensivos

Prácticamente todo lo que ha sucedido de importante en esta democracia, para bien y para mal, lleva la impronta del PSOE que ha gobernado intermitente veintiún años. Todo lo que sube cae y nuestra socialdemocracia ha pasado de la correcta administración del capitalismo a un asamblearismo permanente de primero de la Facultad de Ciencias Políticas. El ansia psicopatológica de un hombre inteligente y amortizado como Rubalcaba le encierra en un chiscón del Congreso con tal de acariciar una brizna de poder y, si le dejaran, sería ujier de la Cámara de Diputados para seguir saliendo en las fotos. Debe examinarse el primer año del PP, pero todo es incomprensible sin considerar al menos los últimos años de Disney landia socialista responsable de buena parte de nuestra actual postración. La mayeútica de Rubalcaba deviene en esperpento cuando afirma que lo único que ha mejorado en España ha sido el tráfico (gracias a su paso por Interior ) o cuando su mano derecha Elena Valenciano, Vicesecretaria, diputada, presidenta de una ONG feminista y gerontóloga (la del utilitario rojo electoral ) dice que Mariano Rajoy ha creado más crisis y que las cosas están peor que nunca. Parece que Hugo Chávez no se encuentra mejor que hace seis meses pero es vil trasladar la responsabilidad de un tumor maligno de partes blandas a la presunta impericia de los cirujanos cubanos. El PSOE continúa sin explicarse a sí mismo, y las razones de haber perdido el poder municipal, autonómico y estatal, y su discurso opositor parece propio de quién le han robado las elecciones con un pucherazo. Quizás entre sus sufridas y menguadas bases tengan respuesta pero no en el baile de carnaval veneciano de su dirigencia. Si el liderazgo se bate entre Rubalcaba y Chacón estamos entre la fábula de la zorra y las uvas, y si el segundo escalón se dirime entre Griñán y Patxi López más vale hacer un ERE entre los 120.000 socialistas con carnet que casi entran en el Madrid–Arena. Una crisis comienza en el segundo en que cierran las puertas en Lheman Brothers pero salir de ella lleva años como ciclos y el presidente Hollande ya sabe que no basta con subir los impuestos a Gérard Depardieu. El PSOE dejó la lata vacía y desfondada y no pueden debelar a los obligados ahorradores para salvar a la nación de un rescate europeo ha menos que hayan olvidado los libros de contabilidad y estén instalados en la mentira permanente tan difícil de borrar que creen que pueden equilibrar el déficit público a base de la ideologización que tanto reprochan a los demás. Un zutano socialista bastante desilustrado infatúa que el PP es heredero natural del franquismo, como si Mariano Rajoy le hubiera salido el vello púbico brazo en alto y en la Sierra de Cambrills, con los correajes rascándole los cojoncillos imberbes, deteniendo el cruce del Ebro. En este país desde que desdeñamos a José I («Pepe Botella», y era abstemio) y loamos de amor a Fernando VII, el felón, vamos históricamente de culo y contra el viento; no hemos hecho más que huevadas históricas de las que nadie se arrepiente. Artur Mas se atreve a recordar 1898 y la pérdida de Cuba como pareja a la de Cataluña sin pasar por el incomprendido General Weyller, que luego puso orden en Barcelona. El PSOE reclamándose de partido histórico y solvente tiene hoy un reto a medio plazo: pinzar a Mas y Oriol Junqueras con su PSC para descolocar la sardana y la trágala que urden. Pero el PSC de Carmen Chacón y su hijo predilecto Pere Navarro optan por la abstención ante el referéndum secesionista. Es preferible que el separatismo empiece entre el PSOE y el PSC a que falte un clarinetazo del primero sobre la Unidad Nacional. ¿Federalismo al que se agarra Rubalcaba y demás subsidiarios mártires? ¿ Vuelta a la Primera República que disolvió el General Pavía sin meter ningún caballo en el Congreso, contra lo que se empecina Alfonso Guerra? El Cantón de Cartagena amenazando marchar contra Lorca y toda Murcia y declarando hostilidades a Prusia. Los gerifaltes del PSOE están naúfragos sobre la balsa de la Medusa esperando que el fin de los mayas les sea clemente. ¿Podrían, acaso, decir menos vacuidades ( Sanidad y Enseñanza ), dejar equivocarse a los demás y pasar más tiempo en las bibliotecas?