Alfonso Merlos

El rebaño

Estaríamos ante el colmo de los colmos, ante la exhibición del ridículo por el ridículo si no fuese porque hablamos de educación: del futuro de una región entera, del porvenir de unas generaciones que se lo van a jugar a todo o nada, pero que por desgracia tienen que sufrir a unos dirigentes que no se enteran de qué va la película. Porque ellos tienen su papeleta resuelta. ¡¿O alguien lo duda?!

Mientras desde CiU o ERC se acusa a Wert de lanzar un ataque político contra Cataluña, de convertirse en una pared que nada escucha y que con nadie quiere ni puede hablar, resulta que nos hallamos ante un festival de errores nada menos que en las pruebas de acceso a la universidad. ¿También de esto es culpable el Partido Popular? ¿También estos dislates varios y acentuados sinsentidos tienen su origen en las políticas centralistas de la derecha? ¿Acaso como aseguran los nacionalistas el modelo educativo de esa autonomía es un ejemplo de éxito? ¿Qué clase de tomaduras de pelo son éstas que se propagan por los cuatro puntos cardinales?

Es una evidencia, por el bien de todos, que lo mejor que podrían hacer Junqueras, Mas y compañía es dedicarse a lo suyo, dejar de imprecar contra la vuelta de la Religión como asignatura evaluable o contra el principio de igualdad que lleva a cada alumno a ser educado en la lengua que considere oportuna.

Pero más importante, estos alquimistas de la discordia deben considerar a los alumnos como lo que son: jóvenes que están para alimentarse y empaparse de conocimiento, para fortalecerse intelectualmente e incrementar su sabiduría. Porque esto no tiene nada que ver con lo que quieren los ahora autodenominados soberanistas, que no es sino un grupo de ganado –preferiblemente lanar– especialmente dócil y dirigible. O sea, un rebaño.