César Vidal

El retorno de Aznar

Desde hace décadas me he dedicado, como simple entretenimiento no remunerado, a practicar la interpretación de sueños. Al igual que me sucede con la grafología o con el aprendizaje de idiomas, otras dos de mis aficiones más queridas, la causa es simplemente el deseo de profundizar en el alma humana. Semejante actividad tiene sus servidumbres. Por ejemplo, ya he perdido la cuenta de las veces que he tenido que analizar firmas para entretener a un grupo de amigos o las que me ha despertado mi hija de madrugada para pedirme que interpretara el sueño de una amiga que ha contemplado serpientes, enanos o danzarinas. El otro día el que deseaba un análisis onírico era un amigo que, desde hace ya tiempo, sufre una dolorosa indiferencia hacia la política. Generalmente, se le ve apático, desganado, pesimista, pero esta vez apareció por el lugar de la cita con una alegría que parecía resbalarle desde el rostro tras desbordarle el pecho. «Ni te imaginas lo que he soñado», me dijo sonriendo de oreja a oreja. «Si no me lo dices...», comenté. «¡He soñado que Aznar volvía!», exclamó entusiasmado. «¿Adónde?», pregunté sin enterarme del todo. «A presentarse a las elecciones», me dijo abriendo unos ojos apenas sujetos ya a las órbitas. «¿Y sucedía algo más en el sueño?», indagué. «Sucedía de todo», me respondió con la alegría del niño que recibe un balón firmado por sus ídolos, «los impuestos bajaban, la economía se reactivaba, ... ¡otra vez cuatro de cada cinco empleos de la UE se creaban en España!». «Entiendo», dije intentando evitar que mi amigo siguiera dando saltos en la cafetería. «Hasta la oposición se animaba», prosiguió mi amigo, «los nacionalistas catalanes se veían privados de mamandurrias, ETA quedaba otra vez contra las cuerdas, el PSOE lloraba por las esquinas...». «Sí, me hago idea», le interrumpí, «¿y aparecía también el nuevo gobierno?». «¡Y tanto!», respondió, «Esperanza Aguirre iba a economía para acabar con la presión fiscal que nos ahoga; Cristina Cifuentes era ministra del Interior; en Cultura...». «Ya veo, ya veo», lo detuve, «creo que puedo interpretar todo sin dificultad». «Eso ya lo sé, pero espera que no he terminado. Federico Jiménez Losantos era nombrado director de Radio Televisión Española para que la gente supiera la verdad de lo que sucede...». Alcé suavemente la mano para sosegar a mi amigo. «Está bien», dijo sin poder contener la emoción, «¿es bueno o es malo?». «Querido amigo», le dije con la mayor suavidad que pude, «es simplemente un sueño».