Lucas Haurie
El servilismo de su señoría
Para dotar de cierto peso intelectual a un partido bastante visigodo («mucho músculo y poco cerebro», cantaba Siniestro Total), Pablo Iglesias se ha ciscado en la cacareada «democracia real» y ha suplido las asambleas por el dedazo. «Remember» Jaén, sólo para consignar que esta gente es más de callar al adversario a patadas en las costillas que mediante argumentos. Así, el juez en excedencia Juan Pedro Yllanes: cabeza de lista por Baleares. No sorprende que la nueva starlette haya mudado de ropajes para lucir lentejuelas antisistema en el mismo cuerpo serrano que cada Domingo de Ramos luce la túnica blanca con la cruz de la Orden de Malta en el pecho; al fin y al cabo, es tradición que cierto catolicismo errado se deje seducir por el marxismo soft, que es la máscara con la que se cubren los totalitarios antes de alcanzar al poder y mostrar su auténtica faz estalinista. Ahí están los teólogos de liberación y, nada menos que en la silla de Pedro, su émulo contemporáneo, el peronista Bergoglio. Lo que extraña, digo, es que un individuo de respetable trayectoria profesional renuncie a su mismidad con tal de aposentar su ilustrísimo culo en las cortes. Es la erótica del cargo, o sea, la que muta en disciplinados soldaditos del aparato a quien se siente beneficiado por el favor de un secretario general que confecciona las lista según su antojo. Por lo que sea, al magistrado andaluz-mallorquín le apetece ser diputado y, para ello, incluso degrada el valor de su palabra. Y dicen que ésta en la nueva política... Le pedirá permiso a Iglesias para ir a hacer pipí en las letrinas del congreso. No se moverá del escaño hasta que se lo ordene el camarada líder, así le vaya a reventar la vejiga.
✕
Accede a tu cuenta para comentar