Alfonso Merlos

El síndrome TPNR

Del encuentro puede salir perfectamente un tratado psicológico. Por lo que ha encerrado, desvelado, insinuado. Más allá de la política. En el lenguaje no verbal. Por razones de diversa índole pero Rajoy y Mas han desarrollado un síndrome en toda regla. Presentan un cuadro clínico, un grupo significativo de síntomas y signos con causas profundas. Estamos ante el síndrome de la Tensión Política No Resuelta (TPNR). De unas miradas que hemos visto que no llegan a cruzarse ni a perderse, que no mueven al rechazo ni al desafío ni al choque ni a la cooperación ni al hastío, que conducen a un callejón sin salida o al vacío. De unas chispas que no terminan de saltar, ni generando calor o empatía ni rivalidad o encono. De unas sensaciones y unas ideas y un mensaje que no se sabe muy bien como canalizar. De un tira y afloja embarazoso para ambos y constreñido por el protocolo, la aparente buena educación y la solemnidad del momento. El presidente del Gobierno ha dicho lo que tocaba ante un Molt Honorable atrapado en sus propios fantasmas. El fantasma de un Morenés que mantiene peligrosamente firmes a los catalanes, o de un Wert que maquiavélicamente diseña un plan para que todos los alumnos puedan ser educados en español. Con tanto enemigo imaginario a la vista es normal que al anfitrión se le haya visto rígido. Y es que a diferencia de la Tensión Sexual No Resuelta (TSNR), que de repente provoca que todo se ilumine alrededor de una pareja y que puede alumbrar sentimientos muy positivos de excitación y emoción, la TPNR ayer visualizada en un vagón y en unas escaleras mecánicas puede tener como desenlace el bloqueo o el colapso. Y esto no tiene nada de excitante ni de emocionante. Y menos, de conveniente.