Gaspar Rosety

El suicidio de Jémez

Los periodistas, que no tenemos carné de entrenador, aparentamos tener más conocimientos que aquellos que se han preparado para ejercer su profesión y han recibido una formación adecuada para ello. Los periodistas, que no hemos pisado nunca un vestuario profesional, analizamos las cuitas que suceden allí dentro como si entendiéramos a las mil maravillas las situaciones que se producen en el santuario de los futbolistas e, incluso, podemos llamar loco o suicida a aquel entrenador que, conociendo mejor que nadie a su equipo y habiendo estudiado sobradamente a su rival, opta por un juego concreto.

Sinceramente, no deseo estar en ese saco de jueces que desde sus plumas o micrófonos han satanizado a uno de los mejores técnicos de la liga española. Paco Jémez ha acreditado una larga trayectoria como jugador, siempre con notable rendimiento, y mejoró sus cualidades cuando accedió al puesto de entrenador, con un trabajo extraordinario en el Córdoba y en el Rayo.

Se ha censurado su planteamiento ante el Barcelona, por adelantar la defensa más de lo que la inusual prudencia de los no siempre prudentes periodistas, estimaba aconsejable y por asumir riesgos que podían ocasionar un destrozo. Seamos sensatos. El Barca, como el Madrid, puede destrozar a cualquiera, utilice el sistema que utilice. Paco sabe que el Rayo no podría ganarlos casi nunca, seguramente, pero sabe que, si hay una manera de hacerlo, es mediante la asunción de riesgos y la demostración de una personalidad distinta. No censuro a Jémez en absoluto, comprendo su estrategia y alabo su táctica. Así ha fabricado un Rayo de primera, jugando como un grande. Y, algún día, ganará Paco.