Manuel Coma

El terror islamista retrocede

La Razón
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Mientras se hace sentir en Occidente y aparece en remotas regiones del mundo, como Asia Central o Madagascar, el Estado Islámico (EI) retrocede en su territorio metropolitano, supuestamente califato, en su mitad iraquí. No es la primera batalla que pierde. Asediaron la pequeña ciudad de Kobani, de mayoría kurda, en el lado sirio de la frontera con Turquía, de septiembre del 14 a enero del 15, con grandes destrucciones y desplazamiento de población, pero no lograron conquistarla. En agosto del 14 se hicieron famosas sus atrocidades contra los yazidíes y cristianos de la ciudad de Sinyar, en Irak, que recientemente también han perdido como consecuencia de la ofensiva kurda. Tiene importancia estratégica, porque está en la carretera que comunica Raqa, en el Éufrates sirio, capital del califato, con el Mosul iraquí, con diferencia la mayor de las ciudades que domina la formación islámica y su más espectacular conquista. Faluya, a 70 kilómetros de Bagdad, tras largas luchas, ha quedado en manos del Gobierno. Es la segunda ciudad de Anbar, la más arabo-suní de las provincias iraquíes. Ahora el Ejército nacional, siempre con ayuda americana, termina la conquista de Ramadi, la capital de Anbar, a 100 kilkómetros de Bagdad.

La lucha por Ramadi señala cambios de proceder de importancia estratégica. La fobia anti-chií fue el principal factor fundacional de la primera versión del EI durante la guerra de Irak. Posteriormente el sectarismo anti-suní del Gobierno, que encontró su vía libre cuando las tropas americanas se retiran en 2011, dio pábulo al resurgimiento de lo que ahora se autodenomina Estado Islámico, volviendo a ensangrentar las ciudades iraquíes con sus atentados contra sus rivales religiosos chíes, ya en el poder y ejerciéndolo en contra de los que durante siglos y especialmente bajo el régimen de Sadam Hussein los habían dominado. Ese componente de retroalimentación de implacables odios seculares es lo que en el caso de Ramadi los americanos se han esforzado por controlar. Ellos actúan desde el aire, pero han conseguido que las operaciones terrestres las realice el Ejército nacional, reentrenado y reequipado por Washington, actuando, a pesar de ser abrumadoramente chií, con más eficiencia y disciplina que en ningún momento hasta ahora, impidiendo intervenir a las crueles y vengativas milicias irregulares chiíes, larga mano de Teherán, y utilizando a milicias tribales suníes para garantizar la seguridad y la administración una vez consumada la reconquista.

Cuál sea el futuro de esta sensata fórmula está por ver. Será sometida a múltiples tensiones, pero de momento parece estar funcionando. Su prueba de fuego será la siguiente etapa, ya anunciada: Mosul, la joya del califato. Las cosas serán mucho más difíciles. En los avances realizados por el EI hacia el sur, preferentemente siguiendo la línea del Éufrates, la organización no ha puesto toda su carne en el asador, toda su carne de cañón que son los voluntarios que acuden como moscas desde los cuatro puntos cardinales. En Ramadi Al Bagdadi o califa Ibrahim y sus jefes militares decidieron sacrificar mil hombres, de los que ya no quedan más que unos cien. La utilización de suicidas y gran profusión de bombas trampa, así como la preocupación por los daños a la población civil, no ya de los americanos, sino esta vez también del Ejército iraquí, les ha permitido prolongar el combate durante semanas, contra fuerzas diez veces superiores, con dominio absoluto del aire. Mosul no será una maniobra de retraso. El EI se juega el califato. Como en otros sitios, también en Ramadi, pero de forma masiva, la población será utilizada como escudos humanos. Se preparan a ello. Ensombrecerá al mundo en 2016.