Enrique López

El terrorismo es terrorismo

La Razón
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Hablar hoy en día en España de presos políticos es una ignominia hacia nuestro sistema de justicia, una ofensa al sentido común, un insulto a los jueces y, sobre todo, una tremenda injusticia con las víctimas. Un preso político es cualquier persona a la que se mantenga en la cárcel o detenida de otro modo, porque sus ideas suponen un desafío o una amenaza para el sistema político establecido, sea este ideal de la naturaleza que sea. Un caso claro incardinable en esta definición lo es del opositor venezolano Leopoldo López, el cual ha sido injustamente condenado por el sistema judicial venezolano, tan solo por su actitud opositora al régimen político de aquel país, y tan es así, que uno de los fiscales que ejerció su acusación ha huido del país denunciando como se manipularon pruebas de cargo contra Leopoldo para determinar la condena de prisión de más de doce años que sufre. Comparar este ejemplo con la situación en nuestro país, y mantener que personas condenadas por pertenecer a la banda terrorista ETA deben ser consideradas presos políticos es algo que cuesta creer y sobre todo que se pueda defender con un mínimo de racionalidad en estos momentos. Terrorista no solo es el que mata, lesiona, secuestra, coacciona, etc., sino también el que pertenece o colabora con la banda terrorista prestándole cualquier tipo de apoyo, como por ejemplo la reconstrucción de nuevas estructuras políticas siguiendo instrucciones de la banda criminal. No deseo entrar en casos concretos, pero es obvio que cualquiera sabrá a qué me estoy refiriendo. En política como en la vida no todo vale, y se debe ejercer con un mínimo de responsabilidad, no faltando a la verdad, ni pervirtiendo la historia, y más cuando ésta es reciente. Tan reciente, que son muchas las victimas que ha causado la lacra de la actividad de ETA, y que estos días se sentirán no solo revictimizadas, sino ofendidas e indignadas. Para algunos, pareciera que las pobres y valientes víctimas sobran, y que no son más que un obstáculo en sí mismas, para la consecución de ese sarcasmo que se ha venido denominado normalización democrática, porque si algo nos han enseñado los que apoyan esto, es la permanente utilización de eufemismos que más que restar significación dolorosa a las expresiones, suman indignación e incredulidad. El único delito que menciona nuestra Constitución es el de terrorismo y precisamente lo hace para negar su calificación como delito político, al igual que una inmensa pléyade de textos jurídicos internacionales. Cuestionar esto hoy en día es retroceder en a la lucha contra el terrorismo de una forma irresponsable y sobre todo interesada por réditos electorales, algo que no tiene justificación alguna. Decía Aristóteles que cometer una injusticia es peor que sufrirla, pero yo creo que todavía es peor justificar las injusticias y sobre todo pervertirlas para enmascarar su iniquidad. Aun así, en el caso del terrorismo de ETA la memoria histórica es muy reciente y sobre todo indeleble; pedir generosidad y reconciliación no es malo, al contrario, pero no sobre la base de la insensibilidad y la mentira, porque esto nos condenará a repetir la historia.