Alfonso Ussía
El tirano del chándal
«Si la sentencia es condenatoria, a usted le va a dar más miedo decirla que a mí escucharla». Con estas palabras se dirigió el preso político venezolano Leopoldo López a la juez chunga y vendida al tirano que le ha condenado a catorce años de prisión. Son las palabras de un héroe pronunciadas ante una piltrafa con toga. En «Podemos» restan callados. Coincide esta sentencia vil y servil con la noticia de un posible vuelo de un millón de euros desde Caracas a una fundación controlada por «Podemos». De ahí el silencio. El tirano encarcela a su principal opositor por el delito de ser opositor al tiempo que cuida y mima a asesinos etarras como De Juana Chaos, que sirve margaritas y daiquiris en su almacén de bebidas.
En «Podemos» dominan los silencios. El de Rita Maestre. «No me pronuncio, como hija, por la promoción de mi padre». Tampoco se pronuncia por la condena de catorce años de cárcel de un venezolano inocente. Para Podemos, el dinero es lo más importante. Sin fondos, la intoxicación es imposible. Y los fondos provienen de una nación robada, quebrada y arruinada por el régimen que defienden en España –y asesoran simultáneamente– Iglesias, Errejón y Monedero.
«Si la sentencia es condenatoria, a usted le va a dar más miedo decirla que a mí escucharla». El condenado por la tiranía con los ojos clavados en la juez vendida. Vendida a Maduro, por Maduro comprada. En Venezuela no se venden los rollos de papel higiénico, ni los paquetes de arroz o los filetes de carne. No se venden y no se compran porque los supermercados están vacíos mientras vuelan los millones hacia España. Lo que sí se compra y se vende en Venezuela es la injusticia.
Pero Europa, la gran prostituta, calla. No es conveniente defender la libertad de quien combate la tiranía con la palabra y las ideas. Y dentro de Europa, la gran prostituta, el Estado Español, acuclillado, atemorizado por culpa de sus propios errores, temores y temblores. No escribo «España», que ninguna culpa tiene, sino el Estado, el administrador que tan mal administra, humilla y envilece la grandeza de nuestra nación común e indivisible. Se trata de un viejo odio incomprensible. Los socialistas gobiernan y colaboran con quienes asesoran y defienden una tiranía. Los socialistas gobiernan y colaboran con quienes se abrazan con los independentistas. Cuando escribo, el ministro Margallo ha propuesto una tontería, pero nada ha dicho de la condena de Leopoldo López. Cuando escribo, Rajoy nos ha recordado que pasamos días cruciales para el futuro de España después de haber tirado tres años de mayoría absoluta por la borda. O dos años por la borda y uno a la sentina. Y tampoco ha recordado a Leopoldo López, ni ordenado que se presente en el Parlamento Europeo una declaración condenatoria contra un régimen tirano, inhumano, cínico, asesino y corrupto.
«Si la sentencia es condenatoria a usted le va a dar más miedo decirla que a mí escucharla». En esas palabras hay demasiada grandeza para que que sean entendidas y admiradas en la política española de la actualidad. El tirano del chándal, el ridículo y peligroso matón ignorante que gobierna en Venezuela, siembra dineros para callar bocas por el mundo mientras mantiene en la ruina y la pobreza a los venezolanos. Antes de iniciarse el juicio de Leopoldo López se sabía que iba a ser condenado por la juez Barreiro, sicaria del dictador. Aquí sólo importa la dichosa Diada, ese lío de día, en el que los republicanos celebran un hecho monárquico, y los separatistas se dedican a ofrendar ramos de flores al monumento de un españolazo como Rafael Casanova.
Entretanto, la dignidad se sitúa en el sufrimiento de un hombre ante una tiranía. La juez avergonzada, vendida y comprada. La celda inhumana dispuesta. Y la dignidad que habla: «Si la sentencia es condenatoria, a usted le va a dar más miedo decirla que a mí escucharla».
Una lección de firmeza y patriotismo. Lo que aquí nos falta.
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