Alfonso Merlos

El trepa

El trepa
El trepalarazon

Ay de esas personas que se obstinan en ascender profesional o socialmente aprovechando cualquier circunstancia y sin importarles los medios usados para ello. ¡Ay si tenemos la desgracia de que sean jueces o fiscales! ¿Puede haber algo más vil, decepcionante, fraudulento y antinatural que contemplar cómo quien tiene la obligación de aplicar las leyes o de velar por las garantías de los procesos judiciales se dedica a vapulearlas en aras de un espurio beneficio?

Digámoslo sin ambages. El señor Rodríguez Sol ha quedado retratado como un lamentable trepa, como alguien dispuesto a arrastrar las togas en el polvo del camino (¡bendita parábola, Cándido!) para encaramarse a lo más alto del establishment nacionalista por los siglos de los siglos. Penoso. Pero ciertamente previsible.

¿Qué es eso de que si a una minoría no le cuadran las reglas de convivencia hay que cambiar las reglas? ¿A cuento de qué se dedica un alto cargo de una alta institución del Estado a echar combustible a la hoguera semántica del «Madrid vs Barcelona» en clave de «opresores vs oprimidos»? ¿Nos puede explicar este personaje por qué las consultas deben estar para «jugar» en sus formulaciones trucando su legalidad y su resultado? ¿Quién le ha recomendado que se erija en asesor de los separatistas para señalarles públicamente cómo hacer trampas sin que se note? ¿Puede haber mayor descrédito para alguien entregado a un oficio tan noble y esencial en democracia? Ilustrísimo Señor Fiscal, ¿le suena el castellanísimo refrán «zapatero a tus zapatos»? Pues eso.

Abandone su actitud encaminada a ganarse la gloria entre las delirantes mesnadas separatistas y dedíquese a lo suyo: representar los intereses de la sociedad mediante el ejercicio de las facultades que recoge nuestro ordenamiento jurídico. Que para eso le pagamos. Le guste o no le guste la unidad de España. Que va a ser que no.