Alfonso Ussía
El verduguillo
Se empieza a sospechar que Susana Díaz no es la más poderosa contrincante de Pedro Sánchez en el PSOE. El enemigo se mueve y no presenta síntomas de embarazo, ni habla con acento trianero, ni ha ganado las últimas elecciones en Andalucía. El enemigo va por libre, y tiene a Bono de «Pelota de Corps». Rajoy ha cometido muchos errores, pero fue el que enfundó el verduguillo, esa espada con un tope horizontal que sirve para ultimar a los toros heridos de muerte que se resisten a caer. El toro herido de muerte era España, a la que Zapatero había entrado a matar con ventaja y sin riesgo personal numerosas veces. El público protestó, echó a Zapatero y el toro fue devuelto, a duras penas, al corral. Sonó el tercer aviso. Y Zapatero no pudo descabellar. Mejor escrito, descabellarnos.
Mantuvo Zapatero, durante un tiempo prudencial, una postura de inteligente silencio y respeto. Pero le ha sobrevenido, de pronto, el dolor de la venganza. No tolera la recuperación del toro malherido al que no permitieron rematarlo. Y se ha convertido en el impulsor de Podemos, con Bono, el «Pelota de Corps», entregado al proyecto. Se entrevista con Castro a espaldas del Gobierno, y almuerza y cuenta chistes en los postres con Pablo Iglesias a espaldas de su partido. Dicen que amigos y asesores de Zapatero y Bono están cubriendo en el partido estalinista las bajas de militantes que han asumido la decepción. He escrito líneas arriba que Zapatero padece el dolor de la venganza. No yerro. La venganza duele hasta que se culmina. Zapatero es un puntillero herido, un torero segundón que presenció el retorno al corral del toro que tuvo a su merced, herido de muerte, y no pudo rematarlo. Hoy lo quiere rematar por la espalda. Por las espaldas de todos, sin normas, sin miramientos, sin peligro y sin arte.
Desde que España se convirtió en un Estado de Derecho, en una democracia moderna y occidental, en una nación libre, los presidentes de Gobierno han sido seis. Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. A su manera, todos supieron entender que sus tiempos de poder habían pasado, exceptuando a Rajoy, que aún tiene unos meses por delante para alcanzar la comprensión. Y parecía que Zapatero también lo había comprendido, asumido y ejemplarizado. Pero no. Sabe que desde el PSOE nada puede hacer para rematar a España. Y se ha buscado estos nuevos aliados con el único fin de conseguirlo desde la sombra de la deslealtad. Curiosa la colaboración de Bono, a quien siempre creí con una capacidad infinita para equivocarse dentro de una firme condición de patriota. No se entiende su cercanía con el puntillero.
Zapatero no es un viejo y superado desastre del PSOE, sino el flamante embajador por el mundo de las izquierdas radicales de Podemos. Iglesias ya no da de sí, Monedero sólo da de no, y Errejón se mueve entre nubes dulces y ásperos desaires. Y ha llegado el salvador. El político más nefasto y el gobernante más resentido de la libertad de España. Cuenta todavía con un influyente equipo de aduladores y creadores de opinión. No necesito facilitarles los nombres. Basta con leer todos los periódicos impresos y algunos digitales y sabrán quiénes están a favor de la trituración de nuestro actual sistema de derechos y libertades.
Hablan todos los días. Algunos de los que fueron ministros del demoledor insensato se han acercado a Podemos con la intención de sobrevivir al desastre que el PSOE de Sánchez anuncia. Zapatero presiona a la sultana del sur para que alcance, no sólo pactos puntuales, sino un acuerdo de Gobierno con Podemos en Andalucía. Eso, el verduguillo, la puntilla para una España afligida que al menos se consuela con su buena imagen exterior.
Escriban lo que escriban los que no quieren admitir la decepción de decenas de miles de partidarios de Podemos después de las elecciones andaluzas, y digan lo que digan los grandes engañadores de los análisis sectarios, en Podemos no se viven momentos de euforia. Ahí están los casos de corrupción no explicados, los orígenes de los dineros no esclarecidos y las acusaciones de prepotencia de la llamada cúpula que desprecia todo tipo de crítica u oposición dentro de sus círculos morados.
LA RAZÓN ha demostrado la sencillez de la trampa en las votaciones de Podemos. Estos chicos, sólos y por ellos, se van hacia donde vinieron, es decir, la nada. Pero Zapatero les ha ofrecido las cenizas de su poder, que aún arden. Y la espada del descabello. Y el verduguillo. Y se ha prestado a hacer de puntillero. Lo que no remató en su tiempo, lo quiere rematar ahora. El gobernante que arruinó a España, que alentó los separatismos, que terminó con la reconciliación, que abrió las heridas y gobernó como un gamberro, hoy impulsa, a espaldas de todos, a Podemos.
No acertará con el descabello, pero habrá que esconder bien la nuca.
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