Pedro Narváez

El vuelo de la vergüenza

La Razón
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Para los neopijos de la ultraizquierda Venezuela ha sido el destino de su viaje al fin de curso hacia la nada, esa tierra más allá de la zona de confort en la que uno se desvirga hasta que un día se regresa a casa de papá. El pajarito de Chávez trina al oído de los antisistema para que luego ellos vuelen solos como buitres en busca de carroña democrática. Ya sabíamos de las andanzas de esta tropa que calla cuando a Tintori la desnudan y le cachean las piernas los días en que va a ver a su marido a la cárcel. De Maduro han aprendido que hay que tomar el poder aunque las urnas se lo hayan denegado, esa manera de retorcer los procedimientos con verborrea totalitaria.

El vuelo de la vergüenza que nos enseñó Antena 3 es otra muestra del gratis total en el Caribe donde toman el sol asesinos etarras y Sean Penn cuando se aburre de pensar en Madonna o en El Chapo Guzmán, que debe ser otro antisistema pero operado de los cojones. Felipe González está rumiando lo que ladraba en la campaña electoral y que ahora Pedro Sánchez no quiere ver, como un Edipo que quiere matar al padre. Los del avión de Maduro tienen una de las llaves para gobernar España sin que el PSOE les ponga delante el espejo por temor a que la bestia lo traspase y lo engulla. Sánchez y la que aspira a ser primera dama, van mutando en la realidad lo que en la ficción son los Underwood de «House of Cards». La política sin escrúpulos ya que Albert Rivera no pudo ser «Borgen». No son esos turistas de primera clase del régimen chavista los que tienen que dar explicaciones porque nunca han ocultado su simpatía por el diablo, aunque ahora se le acumulen más evidencias, sino Sánchez que quiere encamarse con ellos sin profiláctico.

El pecado de Sánchez del que en algún momento tendrá que confesarse es blanquear la imagen de esta pandilla basura transformada en un alegre grupo de excursionistas que comparten el bocata. Qué vericueto tomará el líder de un partido mordido por el virus zombi. Si podrá mirar a sus electores a los ojos sin que se les hiele la sangre por pactar con quienes se sientan junto al suegro del «jefe» de la ETA y los que quieren trocear el país no como un toro sino como a un cerdo del que se aprovecha hasta la última tripa, incluida la del propio Sánchez. Lo de las líneas rojas era un engaño. Ya se han cruzado con el disfraz del diálogo. Podíamos ser Grecia y no lo fuimos por más que se empeñaron desde dentro y desde fuera. Quisimos ser Portugal. Pero lo que nos queda es Venezuela. Aló.