Iñaki Zaragüeta
El «yo» real de Pablo
Me pregunto qué pensará Pablo Iglesias cuando reflexione sobre su obra y se mire al espejo. Dirá, quizá con razón, estilo madrastra de Blancanieves: ¿hay alguien más inteligente, incluso más atractivo, que yo? Con cierta razón al comprobar la que ha montado y conseguido sin que le tengan en cuenta las contradicciones flagrantes de su corta carrera política.
Tanto ha logrado que le debe importar una higa la pseudorebelión a la que le están sometiendo ciertos sectores de IU y en su propia organización sobre el abuso a la hora de componer, a su imagen y semejanza, las candidaturas para las generales de final de año.
Evidentemente, no recuerda las declaraciones, allá por 2014 antes del primer éxito en las europeas «...los españoles tienen que tener la capacidad de decidir sobre su futuro y el PP, por muy de derechas que sea, tiene la obligación democrática de dejar a la gente decidir...».
Una afirmación contradictoria a su negativa a aceptar las pretensiones de sus detractores reivindicando la participación en la elaboración de esas listas. En definitiva, reclaman lo que él mismo pregonaba en febrero de 2014 «...vamos a plantear a la gente que se organice de la forma que considere oportuna... debemos respetar la discusión asamblearia. Es muy importante que yo no utilice la enorme presencia que tengo en los medios de comunicación para condicionar los debate».
En su favor, a pesar de todas estas palabras y otras muchas que sus expresiones ideológicas, no ha engañado porque siempre ha estado más cerca del marxismo-leninismo que de las democracias desarrolladas. Desde la admiración por Chávez, Maduro, los Castro, y ni una crítica para el norcoreano y demás regímenes dictatoriales. En román paladino, lo que él es. Así es la vida.
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