Política

Manuel Coma

El «zar» en su gloria

La Razón
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La exaltación de Vladimir Putin y el relanzamiento de Rusia al primer plano mundial iban a ser los juegos olímpicos de invierno en Sochi, en febrero del año pasado. Ucrania lo echó todo a perder y la inflada pompa militar de la celebración del sábado del 70º aniversario de la victoria sobre Alemania se ha quedado en un amargo aguachirle de puro consumo interno. Las ausencias lo han deslucido irreparablemente, pero resultan sumamente reveladoras de los resultados de la arriesgada aventura externa de Putin y la ambigua situación actual de su país. Sólo le acompañó un grande de este mundo, Xi Jingping, que ha aderezado su visita con la firma de un buen número de acuerdos económicos, resaltando así el giro ruso hacia Asia, mucho más real que el de Estados Unidos hacia el Pacífico. China, hasta hace poco sumamente reticente, le ha abierto los brazos, mostrando quién es el socio mayor de esta nueva pareja en vías de hecho. Para Rusia es un apareamiento por necesidad, en búsqueda de alternativas a lo que pierde por el Oeste en clientes, inversores y amigos, pero no es una posición muy airada y puede ser problemática en rentabilidad política.

Maduro y Raúl Castro no son huéspedes como para presumir y enorgullecerse. Hasta el fiel e impresentable Lukashenko le ha fallado, porque Bielorrusia ha puesto sus barbas a remojar a la vista de cuán implacablemente se las pelaba Putin a los ucranianos. Como hábil disculpa, organizó su propio desfile en Minsk. El checo y el eslovaco acudieron, pero se abstuvieron del espectáculo de la Plaza Roja. Merkel ha hecho toda clase de filigranas diplomáticas para faltar a la relumbrante cita del día 9 pero depositar ayer, al alimón con el ruso, una corona de flores ante la tumba del soldado desconocido. Después de cincuenta conversaciones telefónicas y seis entrevistas entre ambos a lo largo de quince meses, eso es todo lo que ha podido ofrecer. En juego está su papel de mediadora, pero mucho más importante es la deuda que el pueblo alemán es consciente de tener, y desea honrar, con el pueblo ruso, por la guerra cuyo setenta aniversario Moscú celebra.

Los festejos, pues, han tenido como principales destinatarios los ciudadanos de la Federación Rusa, en una semana en la que los moscovitas hacen un larguísimo puente y dejan la capital medio vacía. Rusia ha querido demostrar que sigue teniendo una potente industria militar, que apuntala sus grandes aspiraciones internacionales. Al fin y al cabo, los grandes réditos de la operación ucraniana han sido elevadísimas cotas de popularidad interna para Putin. Más no es posible y menos es probable. Sus admiradores no quieren pagar los costos de una guerra y la prosperidad económica de los últimos años es factor indispensable de sus índices de aprobación, pero las perspectivas no son nada buenas. Las sanciones internacionales están teniendo su efecto, y una nueva ronda de ataques en Ucrania oriental no haría más que intensificarlas. No es tampoco probable que el precio de los hidrocarburos, base de la bonanza económica de los últimos años, alcance la altura del reciente pasado. No cabe esperar aumentos en el nivel de vida, sino reducciones. El futuro de Putin no está despejado.