María José Navarro
Ellas
Hoy se celebra el día de la madre, la mamá, la ama, la mama, la mare, la mai. A la mía podríamos pasearla en un carromato por las ferias, intentando, eso sí, que antes de verla de cerca, la gente se haga un seguro de vida y tenga una charla previa con un entomólogo. También la podríamos apuntar a los Juegos Olímpicos de Brasil en categoría «resistencia cansina» de natación, porque esa mujer se echa a la piscina climatizada municipal de Albacete y está allí sin parar dos guardias médicas seguidas. Adivinen: también mi madre es de frases típicas. Sobre todo de las de puntos suspensivos. «Nomenome-quetequete...» por ejemplo. «Como me quite la zapatilla....» ¿Qué querían decir esos puntos suspensivos? Siempre he tenido curiosidad por saber si tenía ganas de matarme o de dejarme a las puertas de un convento abandonada, aunque fuera la primera vez que apareciera abandonado un bebé de dieciséis años con necesidad de una depilación de axila. Muy usada también la socorrida «hoy te vas a ir a la cama caliente, fíjate lo que te digo». Pero eso era entonces, cuando servidora pequeñeaba en tablas. Últimamente es más de «qué pasa, que si no lo hago yo, tú te puedes pasar sin llamar a tu madre seis meses». Ahora también me manda sus reflexiones por sms. –Usa el móvil para decirme lo que opina. Se va de vacaciones y manda : «Hotel bueno con arroz con leche». Nada de «Hola, cariño». Nada. A lo bestia. El sábado pasado, le envié una foto, antes del derby, superpichi con mi camiseta del Atleti. Respuesta: «Estás mejor con gafas». Dicho lo cual, donde esté mi madre, está mi casa. Felicidades.
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