Restringido

Emociones musicales en el cerebro

Tenemos que seguir considerando el arte y la cultura desde una perspectiva humanística e histórica, pese a que se abre paso otra de tipo biológico que puede ayudar a comprender qué es todo esto de las emociones producidas por el arte, en especial el musical, ante la creciente relevancia que presenta el fenómeno. Uno se pregunta, pues, qué es todo esto de las sensaciones o emociones musicales que nos acompañan de por vida. La neurociencia aporta que la sensación producida (chills) se explicaría por la recepción del tema musical en determinadas regiones del cerebro. Una cosa es cómo la música puede ayudar a estudiar numerosos aspectos de neurociencia o a entender mejor el cerebro a través de la emoción, o incluso a solucionar daños cerebrales; y otra es explicar qué es en sí mismo este fenómeno de las emociones que proporciona la música, qué sentido tienen y qué alcance final. Se ha descubierto que la experiencia liberadora y placentera de escuchar música genera dopamina, un neurotransmisor en placeres más tangibles. En definitiva, la dopamina es una respuesta a un estímulo estético; indicándose que la música puede ser adictiva. Es positivo que se avance en estos estudios, que no obstante ni suman ni restan a lo que realmente importa, la experimentación placentera de la creación artística.

Avanza la neurociencia pero también la neuroteología, cuyo estudio es la base neuronal de la espiritualidad, afirmando que las experiencias espirituales tienen una base biológica localizando igualmente el fenómeno en el cerebro y aportando una serie de frases un tanto grandilocuentes: «Dios está en el cerebro»; «¿estamos conectados con Dios?» etc. Pues bien, para conocer el significado de este fenómeno de las sensaciones musicales cerebrales, puede ser oportuna una relación entre los fenómenos que subyacen a lo que ahora algunos llaman neurociencia y la bioteología. El caso es que esta última nos dice que Dios se descubre mediante la emoción en el cerebro, y, por su parte, aquella otra afirma que el mejor transmisor de emoción es la música, por lo que la conexión en general no puede ser más interesante, considerando que el mundo musical parece estar incluso en mejor disposición para la causación de tales emociones cerebrales, que es donde puede estar (en la medida que pueda estar) el quid de lo religioso. Téngase en cuenta que la emoción religiosa o mística es difícil de experimentar (a diferencia del sentir religioso, que es más común), mientras que la emoción musical es más sencilla de experimentar, ya que tiene una obra o producción musical de referencia que la provoca, fruto de una simple creación humana (se experimenta, diríamos, con tal de conectar un aparato de música o una radio).

Algunos expertos destacan que ciertos sujetos podrán no experimentar la conmoción del arte musical, pese a reconocer lo ingenioso de la creación musical. Lo cierto es que este fenómeno de las emociones musicales tiene hoy día un alcance social general. La diferencia, no obstante, estaría en los distintos niveles de calidad de las sensaciones humanas que producen unas u otras músicas, o su posible mayor profundidad o conexión con un mundo trascendente, esto es, una segunda realidad basada en la innegable realidad misma de las sensaciones que produce el arte musical. Y en ese plano más trascendente relacionado con la sensación musical (sea cerebral o no) nos adentramos en mundos generalmente geniales, pero también extraños y siniestros a veces. Algunos literatos e intelectuales entendidos llegan a una relación inevitable de amor odio con lo musical. Personalmente en principio recomendaría escapar de todo esto de la música y su «edge effect». Y, sin embargo, sin ella todo parece vacío e intranscendente.

La cuestión de la emoción musical es todo un misterio; el caso es que las obras musicales tienen algo de magia o truco provocando la emoción del oyente. Se dice que la música tiene valor como medio de inspiración, relajación, educación social, formación de niños, cultivo de la inteligencia, posibles fines terapéuticos... Todo esto, con ser posiblemente mucho, no es nada en comparación con lo que realmente importa, que es ese fenómeno descrito de la segunda realidad como nueva forma de espiritualidad de futuro. El último eslabón sería identificar o descubrir similares sensaciones, a éstas que produce la música, en el resto de la realidad material o inmediata. No es fácil pero es posible convirtiendo la realidad en un arte.