Iñaki Zaragüeta
En el punto de mira
Lo reitero. No será por falta de advertencias. Unas, como amenazas provenientes de quienes realizan los atentados criminales. Otras, como avisos de quienes se encargan de garantizar nuestra seguridad. Los primeros han proclamado repetidamente su voluntad de recuperar «su Al-Andalus», sin importarles lo injustificado de su argumentación. Los segundos, han repetido los riesgos que corre nuestro país.
Entre éstos, ayer mismo fue el jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra (JEME), general Jaime Domínguez Buj, quien advirtió de la existencia de una amenaza real externa, el terrorismo yihadista, sobre el mundo civilizado y, en particular, sobre España. A los deseos imperialistas de los islamistas radicales, territorialmente estamos en un enclave geoestratégico muy atractivo. Y se supone que lo último que desea el general es sembrar un gratuito alarmismo. Yo, desde luego, le considero infinitamente mejor informado que la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles. Conviene atender a quienes tienen la mejor información.
El yihadismo, mientras no se demuestre lo contrario, ya se ensañó con España y, si aquella masacre de Atocha se realizó para cambiar el Gobierno, convengamos que lo logró. Por tanto, aceptemos que, si lo fuimos, podemos volver a ser objetivo.
Hace tan sólo tres o cuatro días, mi admirado Zuloaga publicaba en estas páginas la existencia, sólo en Madrid, de un Ejército de cien mezquitas que los radicales utilizan para captar combatientes. Sabemos lo que significa eso de «combatientes», fundamentalistas dispuestos a provocar un baño de sangre inocente, para ellos «infiel», y lágrimas, muchas lágrimas. Y las lágrimas, según San Agustín, son la sangre del alma. Tenía razón.
En fin, agradezcamos el trabajo de las Fuerzas de Seguridad, en vela permanente. Así es la vida.
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