Alfonso Ussía
En funciones
Un Gobierno en funciones es mucho más educado y sobrellevable que un Gobierno en pleno ejercicio del poder ejecutivo. Los ministros en funciones son más humanos. Ahí tienen a De Guindos, desviando su avión que le transportaba desde Bruselas a Madrid, para aterrizar en Barcelona, en cuyo aeropuerto del Prat le aguardaba un desesperado Junqueras, necesitado de 7.500 millones de euros para evitar la quiebra de Cataluña antes de la «desconexión». Una desconexión conectadísima, según se ha demostrado.
El detalle de misericordia de Luis de Guindos sólo está al alcance de un ministro en funciones, porque de no ser así, la reunión de la desconexión no habría tenido lugar. –Luis, necesitamos esos 7.500 millones que nos hemos gastado en desconectar con España para hacer frente a nuestros compromisos de desconexión–; –faltaría más, querido Oriol, faltaría más, en unos días los tendrás a tu disposición–.
Resulta tan milagroso el arrebato de humildad que experimentan los políticos en funciones, que hasta Rajoy ha reconocido que se ha podido equivocar «en algo». Y lo cierto es que el ambiente de la calle no refleja ningún tipo de ansiedad o preocupación. Bélgica estuvo casi seiscientos días sin Gobierno y la gente reaccionó comprando más chocolate. Un acierto de Rajoy –hay que reconocerlo- es el de haber conseguido la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado con anterioridad a las elecciones generales, que son unos presupuestos mutilados por los 7.500 millones de euros que Junqueras se va a llevar para darnos la definitiva patada en el trasero común de los españoles. No obstante, se ha evitado la parálisis funcional, y en España vivimos días de sosiego y escepticismo optimista.
Días atrás, Sánchez, Rivera e Iglesias daban miedo. Hoy, son caudales de chistes y de risas. Porque si un gobernante en funciones es menos que un gobernante normal, un pretendiente en funciones es, al fin y al cabo, una cuchufleta. Y más aún, si una de las cuchufletas le exigía a la cuchufleta principal hace pocas semanas la vicepresidencia del Gobierno, los ministerios de Hacienda, Defensa, Interior y Cultura,y el control del CNI y de los medios de comunicación para confeccionar el listado de los periodistas no colaboradores con el cambio. Tanto cambio por aquí y cambio por allá y no se han apercibido de que el cambio se ha producido. Con un Gobierno en funciones, España es más feliz que con un Gobierno. Mayor cambio, imposible.
Porque un Gobierno en funciones mantiene el poder estructural del Estado, pero pierde seguridad en sí mismo. No sienten los ministros el placer del despacho poseído. Experimentan el tímido gozo del despacho en trance de posible despedida, que es gozo aún, no zozobra como la que afecta a quienes han soñado un despacho que ha volado con anterioridad a su uso. Ese despecho de despacho se conoce científicamente como la «Frustración excomandante Cantera». Soñaba con un despacho en el ministerio de Defensa y con los generales cuadrados ante ella, y el sueño se ha desvanecido. Como el soldado que termina de aprobar el curso de cabo de segunda y se presenta en el despacho del general: –«Mi general, a partir de ahora vamos a llevarnos bien, que entre los mandos no puede haber tiquismiquis».
La realidad se impone. El ambiente de la calle no deja vislumbrar preocupación ni angustia. La fallida investidura de Sánchez ha hecho gracia, Rivera ha perdido aplomo e Iglesias la oportunidad. Rajoy está a lo suyo, que nadie sabe de qué se trata, y Junqueras nos ha birlado 7.500 millones de euros a cambio de su desprecio con una facilidad pasmosa. Pero hasta ese detalle, a la feliz ciudadanía gobernada en funciones, apenas le ha escandalizado. Sigamos igual.
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