Gonzalo Alonso

En recuerdo de Lucrecia Arana

La Razón
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Este año 2017 se cumplen 150 años del nacimiento de la cantante Lucrecia Arana (Haro, La Rioja, 1867-Madrid, 1927) y bien está recordar a una de las más destacadas intérpretes de nuestra zarzuela gracias a su admirable voz, potente, brillante y espontánea, su fraseo prefecto y sus grandes condiciones de actriz. Su unión con el escultor Mariano Benlliure, quien diseñó luego el vestuario de sus actuaciones y la inmortalizó en bustos, les convirtió en una de las más atractivas parejas de artistas del cambio de siglo, que reunieron a su alrededor a los personajes más ilustres de la época. Solo tenía un año cuando su padre falleció en la tercera guerra carlista. «Nací cantando, he cantado desde que pude decir papá y mamá... mi padre poseía una voz hermosísima... y yo aprendí a cantar de oído», le comentaba en 1916 a la escritora Carmen de Burgos. Pronto se trasladó a Madrid para trabajar en la dependencia que poseía el bodeguero riojano López Heredia, para quien trabajaba su madre, y allí descubrieron su voz y apoyaron sus primeros estudios de canto. La amistad entre ambas familias quedó reflejada en el bronce «Sagrada familia» que regaló Benlliure al primogénito del fundador de la bodega. Debutó con «La mascota», vestida de hombre por vez primera de las muchas que vendrían después. Tan solo un año más tarde ya era primera triple-contralto en el Teatro Apolo. Un año hasta el triunfo y luego dieciocho en él. Eran los tiempos en que en el BOE se publicaba que el kilo de pan pasaba a pesar oficialmente ochocientos gramos. Del Apolo saltó al Príncipe y de éste, en 1895, a la Zarzuela, donde permaneció doce años como primera triple. Conoció entonces a Fernández Caballero, quien fue para ella como un segundo padre y de quien interpretaría y estrenaría innumerables partituras, entre otras, «La viejecita» (1897) y «Gigantes y cabezudos» (1898). Su fama estaba en el cénit cuando ella y su hijo, con Benlliure al fondo, posaron para Joaquín Sorolla y, en esa plenitud, se retiró de los escenarios en 1908, a los que sin embargo continuó regresando con fines benéficos hasta su temprana e inesperada muerte en 1927. Nos han llegado algunos documentos sonoros que permiten valorar su voz, que no su alabado arte escénico, a pesar del sonido. Catorce muestras se recogen en el CD editado junto a un precioso libro gracias al Gobierno de la Rioja y la Fundación Mariano Benlliure. Entre el 6 de octubre y el 17 de diciembre de 2017 hay diversas actividades en su honor que incluyen dos exposiciones, en Logroño y Haro, conferencias, un concierto y un espectáculo lírico teatral. Además, se va a fundir una copia en bronce del busto conmemorativo de la cantante esculpido por Benlliure, que después de finalizar la exposición de Haro se colocará en el Teatro Bretón de la localidad. Está muy bien recordar a nuestros mayores.