José María Marco

Enamorados de Grecia

Nuestro «Momento Grecia» empieza a durar demasiado. Primero estábamos a punto de quebrar, un poco como los griegos, que por entonces andaban ya quebrados. Luego nos iban a rescatar, como las instituciones de la eurozona rescataron a los griegos. Y ahora ha llegado la victoria de Syriza, la coalición marxista de izquierdas que era el alma gemela de Izquierda Unida hasta que se dio cuenta de que la gestión de la crisis había abierto una oportunidad de oro a los más radicales y decidieron lanzarse por la vía de las alegrías populistas. Así que muchos españoles ven en Grecia un antecedente de lo que ocurrirá aquí dentro de poco tiempo, con los compañeros politólogos y Pablo Iglesias a la cabeza.

A pesar de ser tan poco románticos, los españoles se despeñan a veces por el sentimentalismo y se dejan llevar por la simpatía hacia el que parece –digo bien, parece– más débil. Además, sufrimos un complejo de inferioridad bien cultivado durante más de un siglo por unas élites empeñadas en hacernos creer que apenas somos europeos. Así que en vez de compararnos con Italia, con Francia o con Gran Bretaña, que son las referencias evidentes de un país como el nuestro, nos encaprichamos con la idea de parecernos a Grecia, un país con el que no tenemos nada, absolutamente nada en común.

Aparte de eso (y eso es el tamaño, la complejidad y la diversidad, la dimensión global, la sociedad civil, un Estado consistente, el respeto a la Ley o los impuestos), resulta que en España ya se han hecho las cosas que en Grecia todavía no se han hecho o sólo a medias: estamos creciendo, los impuestos han empezado a bajar, se crea empleo y la corrupción está en retroceso. Es imprescindible que se adopten más medidas de flexibilidad que ayuden al crecimiento, pero eso, que es un paso más, no se conseguirá con un voto de protesta a la griega. En realidad, éste corrobora que allí, en Grecia, se ha hecho algo muy distinto a lo que se ha hecho en España, y las medidas de austeridad no han ido acompañadas de otras, las que impulsan el crecimiento, la prosperidad y el empleo. Pensar que un programa como el de Syriza puede ayudarnos a recorrer esta etapa de la salida de la crisis tiene poco que ver con la realidad. No nos parecemos a Grecia, pero siempre estamos a tiempo de parecernos un poco. Como España, Grecia es un país muy hermoso.